Santiago
DANZA. Muchas academias ofrecen cursos de baile intensivos de cara a una boda, procesos de aprendizaje llenos de penurias y triunfos en los que las inexpertas parejas se preparan para ser capaces de alzarse a la altura de las expectativas en su día más esperado TEXTO Pablo Baamonde

Alerta, boda: de patos mareados a reyes de la pista en el baile de nupcias

  • 21 nov 2022 / 01:15
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Hazte una pregunta: ¿sueles bailar cuando asistes a una boda?

Si tu respuesta es negativa, seguramente ello denota un terror primordial ante la idea de lucirte en la pista. No te preocupes, es normal. Como si alguien quisiera hacer el ridículo frente a un completísimo abanico de familiares y amigos cercanos... Y, como dicen, nadie nace aprendido, así que ¿qué esperan? La danza es algo muy complicado y difícil de dominar si no se conoce de antemano. ¿Tus piernas se entrecruzan y te desobedecen? ¿Las caderas te tiemblan como mantequilla? ¿Padeces de sordera musical crónica?

Si te identificas con al menos uno de estos supuestos, mantén la calma: no estás solo. Para sentirte mejor, puedes consolarte pensando que se torna peor en el caso de las parejas que van a casarse, pues estas suelen verse obligadas a aprender a bailar en tiempo récord si pretenden cumplir con el calendario designado. Y, comprensiblemente, muchas optan por dejar esta tarea en manos de profesionales, recurriendo a los cursillos intensivos que ofrecen algunas academias. Estos se componen de un número de sesiones privadas para la pareja en las que se perfeccionan cada paso y cada giro que darán sobre el escenario al que se subirán una vez llegado el gran día.

Sin embargo, y como siempre acaban descubriendo los aprendices, dominar el baile de cara a una ocasión específica es una tarea que requiere grandes dosis de aplomo y determinación, digna de auténticos campeones. En la mayoría de ocasiones, tal encomienda requiere hacer frente a los demonios propios y romper varios tabúes para llegar a situarse uno, de forma voluntaria, en una posición muy vulnerable. Son habituales las historias, siempre en tono de mofa, que hablan del hazmerreír de turno que no dudó en darlo todo en la fiesta post-boda, esgrimiendo absurdos movimientos para el disfrute de sus decenas de espectadores. Quizás temas que algo como eso pueda sucederte a ti, mas no debe esta idea amedrentarte, ¡todo lo contrario! Como dicen, las leyendas surgen de las hazañas, y supone todo un hito plantar cara al miedo, coger de la mano a tu media naranja y, juntos, abrazar el foco de la atención durante unos minutos que por siempre quedarán grabados en piedra.

Así que ten algo bien claro: tu pareja y tú también podéis hacerlo. Prestad buena atención, porque puede que no os caséis este mes, o este año, pero lo haréis. Y, entonces, agradeceréis estar preparados para la que se os viene encima.

...y así dio comienzo una nueva temporada de bodas (preparad vuestros pinreles)

Aunque ahora algo lejano, mayo se antoja un mes precioso: la primavera se ha asentado, una suave brisa recuerda que las jornadas de verano se encuentran próximas... y es en mayo cuando arranca, cada año, la temporada de nupcias. Por ende, es también cuando da comienzo la batalla de los profesionales del baile por ilustrar a las desacompasadas parejas de tórtolos en sus titánicas encomiendas. Afortunadamente, estos profesores suelen estar curados de espanto y portan la mentalidad de que las causas perdidas no existen. Partiendo de esa base necesaria, los expertos emprenden una odisea por instruir a torpes y asíncronos en el noble arte de la danza durante los calurosos meses de estío.

Vanessa es una de estas heroínas, además de profesora en una academia de danza local. Ella relata en conversación con este medio que frecuentemente reciben peticiones de este tipo y los solicitantes, explica, suelen ser los propios novios, aunque también hay casos de familiares que se lo dan como regalo a la pareja. Según cuenta, a menudo a raíz de haber visto ceremonias en YouTube en las que los novios lideran un flashmob o participan en la recreación de algún musical, por lo que les obsequian con el cursillo -lo agradezcan o no-, ilusionados por la idea de ser partícipes de tal espectáculo.

De una u otra manera, es entonces cuando da comienzo el arduo proceso de planificación y organización previo al entrenamiento. Frecuentemente los aprendices llegan con sus propias canciones ya elegidas y con lo que ello implica; esto es, preparar toda una escenografía a su alrededor manteniendo además, en su medida, respeto por las exigencias de los clientes en cuanto a añadidos y parafernalia. Porque atrás quedaron los tiempos en que todo quedaba solucionado con el clásico vals: hoy, el mundillo de la danza en las bodas lo rigen el puño de hierro de Ed Sheeran y un popurrí de canciones de Grease. Y enséñele usted al prójimo a moverse como Travolta sin suscitar risas ajenas...

En cualquier caso, hablamos de orquestar todo un abanico de luces, sonidos y efectos especiales al gusto del consumidor. Y, mientras se encuentre dentro de lo buenamente posible y aceptable, poco pueden hacer los instructores más que intentar disuadir a sus pupilos de utilizar demasiadas máquinas de humo. Afrontar todo esto es un cometido heroico, cuanto menos. Preocupante es cada caso que sale a la luz de una pareja que se anota a un cursillo sin saber lo que le espera. Pero más inquietante resulta, si cabe, pensar en la incapacidad que esta pueda tener para absorber los conocimientos impartidos por su instructor, un temor que seguramente amenaza su cordura, sin importar los años de experiencia que cargue a sus espaldas, cada vez que se da ese primer contacto con el que será su nuevo par de bailarines en prácticas.

Sesiones de entrenamiento para alcanzar el éxito surcando océanos de sudor y lágrimas

Una vez se ha trazado el plan, lo siguiente es el proceso de aprendizaje coreográfico, el auténtico quid de la cuestión. Esta es una fase que puede extenderse por periodos de entre un par de semanas y más de cinco meses, todo en función de los individuos que se han empeñado en aprender a bailar y de la fecha límite que se han impuesto. En cualquier caso, el entrenamiento suele consistir en un cursillo intensivo que promete enseñar a toda pareja a bailar acordes al temazo que haya elegido. Y, cuando hayáis acabado, habréis aprendido, de eso podéis estar seguros. Quizás hasta descubráis sentimientos encontrados hacia esa canción que tanto os gustaba en un primer momento.

Dependiendo de la facilidad de que dispongan los aprendices en cuanto a oído musical y percepción de ritmos, esta parte puede hacerse muy cuesta arriba. Por no hablar de los nervios que afloran al considerar que los minutos que la pareja pase en el escenario serán vividos con una tensión difícilmente expresable con palabras. Serán momentos en los que las miradas de las decenas de asistentes confluirán inevitablemente sobre los anfitriones de la velada, pendientes de cada movimiento realizado sobre la pista... Y, por eso, sabéis que toca prepararse para la guerra, así que no permitáis que la desesperación os derrote. Pensad en los rostros de vuestro público, en las palabras que dirán cuando os vean mover el esqueleto, en la unánime sensación de asombro que invadirá la sala... Y resistid, resistid las innumerables andanadas de quejas y reproches que os arroje quien se haya ofrecido a enseñaros. Cada bronca os sentará como una daga en el pecho, no hay duda. Querréis abandonar, y pensaréis que no estáis hechos para esto... Y, ¿sabéis? Quizás sea verdad. Pero, por suerte, no es vuestra obligación sumergiros en la cultura del baile, sino aprender a salir al paso en una situación muy concreta. Es como si, en lugar de aprender a jugar al ajedrez, os mostrasen cómo realizar una sola jugada muy, muy a fondo, hasta el punto en que podríais repetirla una y otra vez sin mirar y saltando a la pata coja. Esa es la esencia del baile para bodas: no conocer, sino aparentar. ¡Nadie espera descubrir que los novios resultan ser dos secundarios descartados en Dirty Dancing! Lo único que debe preocuparos es realizar correctamente vuestros estudiados pasos, cumplir con el programa acordado y salvaros de hacer el ridículo.

Así que, sin pensároslo dos veces, os arrojáis hacia las fauces del peligro y da comienzo vuestro periodo de prácticas. Como veníamos diciendo, podéis contar con que un buen número de horas de aquí en adelante consistirán en la extenuante repetición de una cantidad muy limitada de pasos y cabriolas. Ricardo, también monitor de baile, se especializa precisamente en impartir este tipo de cursillos. “Las clases no suelen ser de más de una hora, de dos como máximo, porque les cuesta aguantar el ritmo”, explica. “Se les ve en las caras. Suelen llegar muy animados, pero a nadie le gusta que le repitan ochenta veces que está haciendo algo mal, por mucho que vaya encaminado a servir de ayuda”, dice Ricardo, añadiendo que, entre el cansancio y el desánimo, los rostros de los aprendices al acabar las clases son un poema, sobretodo tras las primeras sesiones. Poca broma supone el desgaste físico y mental que genera el perfeccionamiento de una habilidad cuando se emprende desde sus bases, algo de lo que Ricardo es muy consciente. “Intento mantener el ánimo elevado”, explica, “y realmente me emociono junto a ellos en los momentos álgidos, como cuando logran sacar por primera vez un paso que se les hacía imposible” ya que, en todo este proceso, “es muy importante que tengan claro que el esfuerzo que realizan sirve para algo y los está llevando en la dirección que ellos esperan”.

Pero, concluye, “no tiene nada que ver el primer día con el último. Al final, siempre terminan ganando mucha confianza en sí mismos. Como con muchas otras cosas, resulta ser cuestión de repetir, repetir y repetir hasta alcanzar el objetivo”.

Una danza para impresionarlos a todos

Una vez habéis hecho frente a vuestros miedos y completado todas las sesiones, entonces sí, podéis daros por fin la enhorabuena. Superado el proceso de aprendizaje, estáis tan listos para dar el salto a la pista de baile como lo estaba Batman para luchar contra el crimen tras pasar meses entrenando en compañía de aquellos monjes tibetanos. Todo lo que resta es hacer frente a vuestro auténtico enemigo: vosotros mismos; el temor al fracaso. Llegado el momento clave, es importante recordar que cada una de las horas invertidas, cada gota de sudor y lágrimas acumulada sobre el tapiz de baile, os ha llevado hasta este preciso momento.

Y es que debéis prepararos para ser sometidos al cruel escrutinio de vuestro público. Nadie duda de que os rodearán las personas a las que más queréis, y las que más os quieren a vosotros. Pero no os engañéis: ellas también están deseando que cometáis un error. Y nada que ver tiene con la malicia, sino con algo mucho más intrínseco a la condición humana: la necesidad de dar con algo, cualquier cosa, que pueda dar de qué hablar y sea suficiente para construir una buena historia. De hecho, el peligro se multiplica al considerar que dichas anécdotas suelen nacer de exageraciones en torno a cosas que no siempre sucedieron de tal forma, con lo que el riesgo es aún mayor y acecha en cada traspié.

Dicho esto, evocad ahora otra imagen, una distinta. Cerrad los ojos y visualizad los rostros de asombro de vuestros más allegados cuando salgáis a dominar la pista. Imaginad, respectivamente, a ese tío, cuñada o suegro que nunca creyó en vosotros y os tiene por una decepción. E imaginad su pasmo, su incredulidad ante ese instante en el que despleguéis las alas y alcéis el vuelo al son de la música, cual pareja de cisnes en perfecta sincronía. Ahora, abridlos de nuevo: el momento ha llegado.

Con la reciente estampa aún en mente, agarrad vuestras respectivas vestimentas ceremoniales y abordad el vehículo designado para transportaros hasta el lugar de la ceremonia. ¡Fantástico! Una vez casados, podéis tachar de la lista la parte fácil. Ahora es cuando llega el auténtico reto.

Hablando en plata, vuestro objetivo es aguantar en pie hasta que se una más gente. Esto puede suceder al término de la primera canción, durante ella o tras varios temas, no lo sabréis. Pero, cuando los primeros invitados se animen a acompañaros en la pista, podréis respirar tranquilos sabiendo que el foco de la atención se aleja paulatinamente de vosotros. No obstante, por el momento dejad esta idea en un compartimento secundario de vuestra mente mientras os concentráis en lo que ahora mismo tenéis entre manos, o entre pies.

Así que dejad que se sucedan los flashbacks de vuestras lecciones. Revivid cada triunfo que obtuvisteis contra todo pronóstico y recordad las sabias palabras de vuestro instructor, pues serán las que os guíen hasta la victoria.

Sentid la música, miraos a los ojos y danzad, elevándoos hasta alcanzar las estrellas. Disfrutad el momento porque, en cuanto os deis cuenta, habréis acabado. ¡Ya está! Lo que en un principio temíais que se convirtiese en eterno acabó siendo cuestión de unos minutos en realidad. Ahora, desplazad vuestra mirada hacia el público que os rodea, y regocijaos en su obvia estupefacción. Esa es vuestra auténtica recompensa.

Ha sido un arduo viaje, pero lo habéis logrado: habéis pasado de patos mareados a reyes de la pista de baile. O, por lo menos, habéis aprendido a aparentar serlo por una noche. Y eso es lo que de verdad importa.

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