Basterra, a ‘dos velas’: ¿por qué Porto le olvidó en su testamento?

¿Por qué Alfonso Basterra no aparece en el testamento de Rosario Porto? ¿Qué empujó a la exmujer del periodista a dejarle fuera de su valiosa herencia pese a ser consciente de su mala situación económica? ¿Cómo se explica que no se preocupase de dejar algún recurso mobiliario o inmobiliario a la persona con la que convivió largos años y con la que, según la sentencia judicial, planificó y perpetró el asesinato de su única hija?

Todas esas preguntas quedarán siempre por responder, pero está claro que la madre de Asunta no quiso, a la hora de testar, que se le siguiese relacionando con su exmarido. Todo ello a pesar de que la relación entre ambos, tras ser encarcelados y hasta la celebración del juicio, pareció discurrir por el camino de la cordialidad y de un cierto apoyo mutuo después de los gravísimos problemas que atravesó la pareja en los meses previos a la comisión de uno de los crímenes más terribles e incomprensibles de las últimas décadas. Unos conflictos que provocaron la ruptura del matrimonio -ella mantenía una relación amorosa con otro hombre- y que podrían haber influido, cuando ambos empezaron de nuevo a hablarse, en el desarrollo del macabro plan conjunto que diseñaron para deshacerse de la pequeña Asunta.

En este sentido, Alfonso Basterra siempre calificó a Rosario como una madre excepcional y salió en su defensa en innumerables ocasiones. Ella tampoco cargó nunca las tintas contra su exmarido y también llegó a calificarle de buen padre. Sin embargo, la distancia entre los dos empezó a hacerse cada vez más patente durante la vista judicial, especialmente cuando la abogada del periodista, ante la contundencia de las pruebas, reconoció que su cliente había comprado en diversas ocasiones varias cajas de ansiolíticos, pero que se las había entregado directamente a Rosario y que desconocía el uso que estaba haciendo de los potentes somníferos.

Esa afirmación supuso un cambio en la estrategia de las defensas de los dos acusados, que hasta el momento no habían entrado en confrontación, al poner la letrada su dedo acusador sobre la figura de Porto. Cabe recordar que los forenses encontraron grandes cantidades de ansiolíticos en el cadáver de Asunta y que la investigación determinó que la niña había sido drogada en numerosas ocasiones en los meses previos a su muerte.

De hecho, Asunta ingirió a la fuerza una fuerte dosis de pastillas pocas horas antes de ser asesinada, como así demostró la autopsia, y que la instrucción del caso determinó que dicha ingesta tuvo lugar durante la comida que tuvo lugar en el apartamento de Basterra con ambos progenitores presentes.

Aquella reunión familiar tuvo lugar el 21 de septiembre de 2013. Pocas horas después, de madrugada, el cuerpo sin vida de la niña de doce años, que había sido adoptada en China en 2001, fue hallado en la cuneta de una pista forestal de Teo, a unos cinco kilómetros del centro de Santiago y muy cerca del chalé donde Rosario asfixió a la pequeña.

Alfonso Basterra se casó con Rosario Porto en 1996 y la pareja se divorció en 2013. Los padres de ella tenían mucho dinero y su vida siempre fue acomodada, pero él carecía de apoyos familiares. Mientras el matrimonio funcionó, ambos llevaron un tren de vida muy desahogado gracias, en buena parte, a la excelente posición económica del veterano abogado Francisco Porto Mella y de su mujer, la profesora universitaria Socorro Ortega, pero el divorcio supuso un duro golpe para Alfonso, que se tuvo que ir a vivir a un modesto apartamento de alquiler mientras realizaba trabajos ocasionales para diversos medios.

Rosario Porto se suicidó el 18 de noviembre en la prisión de Brieva (Ávila). Tenía 51 años y cumplía su séptimo año de condena -de un total de 18- por el asesinato de su hija, crimen que siempre negó haber cometido. Este sábado fue enterrada en Boisaca junto a las cenizas de Asunta, como era su deseo. Una sola persona, su amiga María Teresa Sampedro, será la única beneficiaria de su cuantiosa herencia pese a que en el testamento aparecen otras tres personas, entre ellas sus dos abogados. Ambos renunciaron al legado.