Santiago

De la “Traslatio” de Santiago al jubileo del peregrino

  • 08 ene 2022 / 01:00
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Llegando a Santiago, desde lejos se divisan las torres de su catedral. Se intuye su misterio, el color de sus piedras y la de sus voces cantoras. Hay peregrinos de otras lenguas. Suenan a gloria. Ahora podrán escuchar cánticos que resuenan más allá de los Pirineos y otros que ya se conocían en el medievo.

Sueñan: llegan con siglos de retraso, pero no lo piensan. La orquesta es prestada, la capilla de música corre y vuela: no es estable. Los niños de coro han crecido y visten de gala. Otro coro con voces afinadas, de más niñas que niños, también canta. A ver cómo se lo toman.

Desde Monte do Gozo vienen dialogando, leyendo en el móvil y ojeando su smartwatch en la muñeca: ¡qué harían sin ella!

Sin tregua, el 30 de diciembre van al Obradoiro para ver su fotografiada fachada. Entran en el templo. Se acomodan y esperan asombrados rodeados de tanta belleza. Va a iniciar la ceremonia de la Traslación del Apóstol Santiago. Será solemne como la del 31 por la tarde, que dará comienzo al año santo jacobeo.

Echo mi mente a volar mientras también espero junto a ellos. ¿Villancicos? No los echo en falta aun siendo navidad. En cambio, observo cómo el coro no está a la vista; el organista se adivina en la tribuna; el maestro de coro canta desde el púlpito, mientras vigila cada gesto del de arriba, del organista desterrado.

Sabía que ya nada sería igual, pero años estudiando este templo y palpando viejos y polvorientos legajos, generan añoranzas.

La ceremonia de la Traslatio ha sido hermosa, con procesión y botafumeiro. Del archivo musical, cerrado, hoy me evado. Sobran partituras de otras épocas ahora.

Al día siguiente me muestran un catálogo de ese archivo tan preciado. En mi cabeza esas melodías de gratos recuerdos, parecen de la estratosfera. Ahora no suenan ni arpas ni clarines ni trompetas. Sencillez y simplicidad imperan. Se oyen voces mixtas y un cantor que responde al coro, al tiempo que canta solo (¡y bien que lo hace!). Los metales parecen parte de una banda u orquesta o de ambas formaciones unificadas.

Vienen a mi memoria los cambios habidos en el seno de la Iglesia respecto a la liturgia y al canto. Se han producido lentamente, fraguándose paso a paso.

Hoy es fácil componer, más cómodo ensayar, más rápido montar un repertorio complicado. Qué suerte, por una parte y qué pena, por otra.

La creatividad, el ingenio, la ductilidad para adaptarse a los nuevos tiempos es un hecho consumado. Estamos en el s. XXI y así nos corresponde.

Hay que pensar en cómo formar a nuevos maestros, cantores e instrumentistas, incluidos los organistas. Que sepan diferenciar dónde reside la belleza, prevenirles de la facilidad de caer en vulgaridades, animarlos a no versionar temas funambulistas o facilones, bajo pretexto de que son más comprensibles al pueblo llano, aunque suenen en guineano.

En definitiva, hay que fomentar que no huyan de la primigenia funcionalidad del canto sacro. No está hecho para concursos, ni ser primeros en spotify, ni para sacar un disco cada fin de año.

Se trata de lo que se ha tratado siempre, yendo con los tiempos, pero manteniendo la “esencia de la música sacra”. ¿Qué es eso? Bien se sabe: basta aplicarlo.

En la Iglesia, liturgia y música forman un todo. Solo así se comprenden. De modo simple y asequible, el papa Francisco que conoce nuestra realidad, pues vive inmersa en ella, lo describe: Un buen músico conoce el valor del silencio, el valor de la pausa. La alternancia entre el sonido y el silencio es fecunda y permite la escucha, que desempeña un papel fundamental en cualquier diálogo. Queridos músicos, el reto común es escucharnos mutuamente. En la liturgia se nos invita a escuchar la Palabra de Dios. La Palabra es nuestro “texto”, el texto principal; la comunidad, nuestro “contexto”. La Palabra es fuente de sentido, ilumina y guía el camino de la comunidad. Sabemos lo necesario que es narrar la historia de la salvación en idiomas y lenguajes que se entiendan bien. También la música puede contribuir a que los textos bíblicos “hablen” en contextos culturales nuevos y diferentes, para que la Palabra divina llegue con eficacia a las mentes y los corazones (4-2-2021).

Tarea no fácil. Los interlocutores de ese diálogo no siempre son del mismo pueblo ni de la misma raza, ni de igual cultura ni similar sensibilidad hacia el hecho religioso.

Es cuestión de armonizar y afinar para acoger a todos. Tomar lo mejor y lo más sagrado de cada uno y de cada pueblo. Es ocasión para conjugar singularidad y universalidad, con conocimiento del pasado, y así caminar firmes hacia el futuro.

Los peregrinos recién llegados y los que vendrán, retomarán fuerzas a poco que se les ofrezca acogida fraterna y espiritual. La música también los abraza.

Se acaba un año que da paso a otro jubileo. Nueva ocasión de prepararse para cruzar con más gozo la puerta del perdón.

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