Santiago

La vida eterna

    • 14 may 2021 / 23:51
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    EL HOMBRE occidental de esta época tiene de ordinario pocas ansias de llegar a heredar la vida que no acaba. Sin embargo, cuando nos ponemos a razonar, incluso los que no tienen mucha fe, podrían decir: por si acaso..., voy a vivir una vida de esperanza y de caridad, de modo que, si hay algo más, el Señor me haga un hueco entre los bienaventurados...; pero este razonamiento no se prodiga mucho. En cambio, Jesús fue caminando hacia su hora, una hora que estaba marcada por el Padre: la hora de su exaltación en la cruz, para entregarse como sacrificio de expiación por los pecados de los hombres, y así procurarnos la vida eterna. Hoy, a los 40 días de la Pascua, celebramos su ascensión al cielo, para situarse a la derecha del Padre.

    La 1ª lectura de la Misa de esta tarde y de mañana, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, da cuenta de las múltiples apariciones de Jesús a sus discípulos a lo largo de cuarenta días. También refiere que Jesús, antes de volver junto al Padre, les pidió a sus discípulos que no se alejaran de Jerusalén, hasta que recibieran el Espíritu Santo, y así, con la fuerza que este les proporcionara, fueran testigos del Señor hasta los confines del mundo. Dicho esto, subió al cielo, y un ángel anunció que, de modo semejante, volvería glorioso.

    La 2.ª lectura, de la Carta de San Pablo a los Efesios, recoge un deseo del Apóstol de que el Señor conceda a los creyentes un espíritu de sabiduría y revelación, para comprender cuál es la esperanza a la que Él nos llama y cuál la riqueza de gloria que concede a los bienaventurados. La victoria será una imitación de lo que sucedió con Jesucristo, a quien sentó a su derecha y puso todo bajo sus pies, dándolo como Cabeza a su Iglesia, de modo que esta sea su Cuerpo, la plenitud de quien lo llena todo en todos.

    San Marcos refiere la ascensión de Jesús al cielo. Antes les pidió a sus discípulos que anunciaran el Evangelio a toda la creación, de modo que, quien la escuche, se salve. Al proclamar esa Buena Noticia, harán signos con los enfermos y otros necesitados. Ellos, al marchar Jesús, fueron a predicar por todas partes, y el Señor bendecía lo que ellos hacían, de suerte que su palabra quedara confirmada con los signos realizados.

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