Santiago

Nuevos tiempos con similares retos

  • 08 ago 2022 / 01:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego

Narra el musicólogo Pedro Calahorra (Zaragoza 1932) cómo y qué contaban los peregrinos, según los textos de sus cantos, algunos recogidos en el medievo en el Liber Calixtinus y en el Llibre Vermell de Montserrat y otros recopilados en posteriores cancioneros, como el de Les Rossignols spirituels (1616) o la colección Les chansons de pèlerins de Saint Jacques (1718). Menciona también Calahorra la obra de Pedro Echevarría Bravo, titulada Cancionero de los peregrinos de Santiago (1967).

Y apuntala lo siguiente: La verdad es que han pasado demasiadas cosas, humanas, políticas, culturales, artísticas, musicales, etcétera, desde los siglos claves de las peregrinaciones a Santiago, esto es, desde los siglos XI al XIV, a los siglos XVII y XVIII en que aparecen estas colecciones, que, sin duda, recogen una tardía tradición oral, que parece estar más cerca de nosotros que de las épocas más importantes de las peregrinaciones a Compostela.

Así es. Cambiaron los tiempos, pero en esencia hay elementos comunes que han llegado a nuestros días.

Dicen los noticieros que hoy los peregrinos, especialmente los que llegan en grupos formados por gente joven, vienen cantando y gritando, tocando trompetas y tambores. Y también, cosa aparte, portando bastones con puntas de hierro que estropean nuestro valioso patrimonio. ¡Vaya cóctel!

¿Podría ser de otra manera? Juventud e ímpetu por parte de unos, frente a dificultad para conciliar el sueño nocturno y mantener la atención diurna para el teletrabajo de otros. Es como para clamar ¡aquí -y así- no hay quien viva!

¿Querríamos que divisaran la ciudad sin inmutarse? Después de tantos kilómetros, también con momentos de silencio, ¿podemos pedirles que no hagan ruido y no manifiesten su gozo, aunque no sea exactamente en O Monte do Gozo, sino en calles y plazas de Compostela?

Llegan como triunfadores, no como atribulados y pacatos andadores. Pueden venir cargados de faltas y miserias u otras debilidades interiores, para poner a los pies del apóstol, pero nada de eso empaña la dicha de llegar a Santiago. Al contrario.

Además, alcanzan la meta con la luz del día, sea al amanecer o al atardecer. No entran en la ciudad como ladrones o salteadores en la noche.

Lo de los cantos o gritos admite matices. Algunos grupos podían currárselo un poco en lugar de vociferar sin más, pero en su favor hay que alegar que tienen las voces fatigadas y roncas. Unas gárgaras de buena mañana para afinar cuando aquí llegan, no proceden. El acompañamiento de tambores y trompetas, no es escena que resulte cotidiana, pero, aunque así fuera, al fin y al cabo, son símbolos de la victoria, o al menos, instrumentos de una batalla bien librada. No suenan mejor las caceroladas.

En cuanto a los bastones, es tema que no conviene mentar ni mezclar con el anterior, sino quizás abordar con el de los picnics en el camino y en el Obradoiro. Son palabras mayores, cosas de patrimonio. Aunque dicho sea sin ánimo de crear más revuelo, poco valor tiene conservar tan bello legado, como si fuera la pátina de un cáliz o una joya en la vitrina de un museo.

Eso sin eludir otra cuestión: ¿hay en la iconografía jacobea peregrinos sin bordón? ¡Si hasta el apóstol peregrino, que todos conocemos, lo lleva! Es un apoyo para el caminante, no una pértiga para lanzarse al vuelo y hacer trampa en el kilometraje del camino.

Quizás el quid esté en ese decálogo de buenas prácticas ya puesto en marcha o en darles clases de compostura al partir de sus destinos. Igual que preparan el kit del peregrino para andar más seguros y con más tino, un poco de chapa y pintura sobre qué es y cómo realizar la andadura, respetando su primigenio sentido, advirtiéndoles que no van solos, que caminan junto a otros y pasan por lugares poblados, pondría algo de orden a ese desmadre.

Con todo, los gallegos y, en particular, los picheleiros, saben que la plaza de A Quintana fue cementerio y mercado simultáneamente. Y que la del Obradoiro, aun en la década de los ’80 servía de paso para vehículos que lo cruzaban bajo la mirada del santo patrón Santiago, asomado desde su Pórtico de la Gloria abierto al completo. En ambos casos el ruido era evidente y el enlosado -bueno o malo- sufría. ¿Igual o más que ahora? Quizás. Estamos tan sensibilizados que hoy nos sobresalta cualquier dislate.

Cuando regresen a sus lugares de origen ¿qué quieren que cuenten a sus gentes? ¿Los animarán o alertarán para que no emprendan el camino? ¿Cómo presumir, sin jactancia, de ser ciudad de acogida, si tantas pegas y condiciones se les imponen?

El Liber Sancti Iacobi (ca. 1140) ya previene: Los peregrinos, tanto pobres como ricos, han de ser caritativamente recibidos y venerados por todas las gentes cuando van o vienen de Santiago.

Difícil conciliar posturas, pero ya otros pasaron por lo mismo. Imposible cambiar la historia. Ergo, poco más queda que asumir este reto de nuevo, sin acritud y actitud creativa.

TEMAS
Tema marcado como favorito
Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.