Santiago
Fue trasladado a Madrid durante los primeros meses de confinamiento, donde presenció muchas muertes y sufrimiento//Ha recorrido más de mil kilómetros desde Jaca hasta Santiago con la intención de rendir tributo a los afectados por el virus un año después del auge de la pandemia TEXTO Paloma Campos Gil

Un militar curtido por las balas se reencuentra con su vida en la Ruta

  • 17 jun 2021 / 01:00
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Óscar es un militar español de operaciones especiales. Camina por la praza de Cervantes hacia un bar en busca de descanso, con una gran mochila a cuestas, en la que carga una tienda de campaña y ropa para más de un mes. Tiene una mirada cercana, pero a la vez sus ojos dejan entrever ápices de un doloroso pasado. Le tiemblan los brazos y probablemente esté cansado, pero se mueve con agilidad y de forma cordial se sienta decidido a compartir su experiencia.

Relata que comenzó el Camino en solitario desde Jaca, a veinticinco kilómetros de Francia, por la ruta del Norte. Ha recorrido 1.040 km en los últimos 29 días a ritmo de marcha militar. “No es lo mismo andar 20 km al día que 40, 45 o 50, aunque ayer hice 70 hasta Santiago. Solía salir a primera hora de la mañana y llegaba hacia las 9, antes de que cerraran los albergues. Si llegaba tarde montaba mi tienda de campaña”, afirma.

Son muchos los caminantes que recorren las mismas huellas con diferentes propósitos. Para Óscar, la ruta del Apóstol más que un reto personal es una forma de homenaje. “Me lo prometí el año pasado por los que se fueron y por los que han quedado, tras servir a la gente durante el confinamiento por COVID. Vi a muchas personas sufrir y fallecer, incluidos compañeros míos. Yo pertenezco al cuerpo de operaciones especiales, pero debido a la situación, nos mandaron a primera línea en Madrid. Llevábamos comida a los domicilios y vigilamos que nadie saliera de sus casas. Tengo mucha suerte de estar vivo, porque son muchos los que no lo han conseguido”, exclama mientras sujeta con fuerza uno de sus bastones.

Durante la primera ola de coronavirus, se estima que el 58% de las muertes en la pandemia se produjeron en Madrid. Óscar relata que vivió esos meses con mucha tristeza, ya que debía atender a los mayores, quienes temían mucho por sus vidas al ser tan vulnerables a la enfermedad. Murieron un 62% de los pacientes COVID de más de 80 años.

A pesar de estos trágicos acontecimientos, el peregrino afirma que ellos serían probablemente los más protegidos, ya que llevaban trajes de protección especiales llamados NBQs, que son un tipo de equipos de protección individual que se utilizan como parte del equipo policial y militar. “Muchos compañeros y amigos míos murieron luchando contra el virus”, relata a la vez que torna sus párpados hacia abajo.

Entre sus muchas experiencias durante la ruta del Apóstol, Óscar destaca la paz que ha sentido a lo largo del trayecto. Opina que la belleza de la ruta se encuentra a lo largo del sendero y no en la llegada a Santiago. “Sin duda lo bonito es el Camino, no llegar a Santiago, porque conoces gente de toda índole. Es remarcable el llegar a un albergue de peregrinos y comprar entre todos, cocinar entre toda la gente, el respeto que hay. Con las medidas de seguridad algunos albergues estaban cerrados, así que muchos optaron por comprar tiendas de campaña. Entonces cocinábamos al aire libre, siempre controlado, y también cantábamos. Era maravilloso”, pronuncia el peregrino mientras se le iluminan los ojos. Relata que ahora que ha llegado se siente diferente. “Cuando llegas dices, bueno se acabó el Camino. Es una hazaña muy dura, muy larga, son muchos kilómetros. Aún así ahora me voy a hacer la prolongación a Finisterre. Lo especial del Camino es el recorrido, ahí es cuando conoces gente de todas partes del mundo. Hacemos una piña, nos ayudamos”.

Asegura entre risas que no ha sufrido las temidas ampollas durante el Camino debido a su trabajo como militar. Al preguntarle sobre su vocación, responde con sinceridad afirmando que entró “en el ejército cuando tenía 18 años porque quería ayudar a la gente. Veía, sobre todo en países árabes, cómo sometían a los niños, especialmente a las niñas. Al cuerpo de operaciones especiales no entra cualquiera, por eso la preparación a la que nos someten es muy dura, pero el campo de batalla real aún más. Yo he recibido dos disparos, uno de ellos atravesó el chaleco antibalas”, narra mientras muestra con dificultad una profunda y alargada cicatriz en el centro de su abdomen.

Sobre la preparación a la que les someten, el caminante expresa que les entrenan para que no sientan ninguna emoción, anulándoles por completo los sentimientos. Por ello el Camino le ha servido como una redención, ya que la tranquilidad y el reto de la ruta están destruyendo la coraza que tantos años lleva cargando. Relata inquieto que resurgen recuerdos que atormentan su memoria y le dificultan el dormir.

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