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Castigo a los feriantes y mercadillos

  • 18 oct 2020 / 00:00
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No sé ustedes. Yo, cada vez que recuerdo la experiencia del Gusano Loco, se me revuelven las tripas, me duelen los hombros y las caderas, la cabeza me da vueltas y me tiemblan las piernas.

¿Cuándo podremos volver a disfrutar de esa emocionante atracción, o del mareante Pulpo, los tiovivos, las camas elásticas y probar suerte en las tómbolas o afinar la puntería con las fallidas escopetas de feria?

Esto es lo que nos trae la pandemia. Bueno, no, la pandemia no; la decisión sin sentido de los políticos, que intentan salvar la cara (por no decir otra cosa) ante la ciudadanía tomando medidas que no tienen ni pies ni cabeza.

Vemos aglomeraciones en los transportes públicos y sus paradas de autobús, en los bares y terrazas de todo el país, botellones por doquier, fiestas privadas en casas particulares, centros de trabajo repletos de empleados, y todos ellos bien juntitos en espacios cerrados, sin ventilación.

Pero eso sí, llegó la covid-19 y nos quitan el mercadillo semanal –a mí me gusta decir mercadito– de Bertamiráns como tantos otros de los miles y miles que celebran cada semana a lo largo y ancho de la geografía española.

Y una vez pasada la primera ola, ¿cuál es la gran idea de los políticos municipales de mi pueblo? No se les ocurre otra cosa que trasladar la instalación de los puestos de venta de las calles centrales de la localidad a un descampado. Así que si los feriantes no se mueren de covid (Dios no lo quiera), que se mueran de calor, tostados al sol del valle de la Mahía durante los meses de verano, con solaneras de más de 35 grados un sábado sí y otro también.

Pero esperen, porque ahora llega el otoño, luego vendrá el invierno y aguantarán tardes sabatinas bajo los aguaceros más inclementes, con viento fuerte que vuelan sus tenderetes y empapan sus productos sin la oportunidad de vender una sola prenda.

Yo he sido testigo, no pasa nadie. En junio, julio, agosto y parte de septiembre no se podía pasear por el espacio habilitado porque se derretían los sesos, mientras que ahora o llevas un neopreno o acabas hecho una sopa.

No me extraña que se lamente Enrique, uno de los feriantes, quien me asegura que siguen pagando las cuotas religiosamente al Ayuntamiento mientras sufren insolaciones, tormentas o vendavales, sin que nadie se apiade de ellos.

Y lo que es peor, obteniendo una recaudación ridícula ante la ausencia de amienses que compren y den color y sabor al mercadito.

Pero no crean que son ellos los únicos perjudicados. Solo hay que hacer lo que no hacen ni el alcalde, José Miñones, ni sus concejales: darse una vuelta por Bertamiráns, preguntar a unos y otros y ver el supino cabreo que tienen los hosteleros y comerciantes, que han visto cómo con el desplazamiento de la feria han perdido clientes, ventas, ingresos y, lo peor, mucha vida entre disgusto y disgusto.

Ahora se rumorea que van a regresar a su ubicación original, pero chi lo sa. Es lo que yo no entiendo, esa lógica política y municipal me desborda, ya que si vamos hacia una nueva crisis a causa del puñetero coronavirus, por qué ahora sí que se puede cambiar el lugar de celebración.

Pero algo es algo: los churreros no tendrán que cambiar el puesto a media mañana y mover todo el tinglado al desierto páramo; todos volverán a estar al lado de cafés y bares en los que poder tomarse un bocadillo, un café o una cerveza y contribuir a la economía de la capital de la Mahía; los vecinos podremos pasear, más o menos a cubierto, y decidir si compramos o no sin tener que regresar a nuestras casas helados y empapados hasta los huesos.

Y esta situación se repite a lo largo y ancho de la geografía española. Es casi tan mala como las de los feriantes de las atracciones, que llevan un año en stand by sin que nadie del Gobierno, absolutamente nadie, se haya acordado de que existen, de que pagan impuestos, de que son españoles, de que invierten en los seguros y revisiones de sus atracciones antes de comenzar la temporada.

¿Quién les compensa el enorme quebranto?, ¿tuvieron alguna ayuda?

Tenemos que releer el Vuelva usted mañana de Mariano José de Larra con su elegante y acertado ataque a la burocracia y el funcionariado, que parece que es el único que importa. Sí, ahora Sánchez quiere que ellos sí puedan jubilarse a los 60 años, mientras el resto de trabajadores, quizás de una especie inferior, sigamos en el tajo para mantenerlos.

Ya ven, me voy de una cosa a la otra. Es que estoy muy cabreado, desilusionado, decepcionado, aburrido y hasta me atrevería a decir que hasta cansado.

¿Ustedes no?

Bueno, seamos positivos, que seguro que vendrán tiempos mejores. ¿O no?

|| las claves una a una ||

1 Avergonzado Hay tantas cosas que me avergüenzan... No comulgo con el Gobierno de coalición que encabezan Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, y muy pocas cosas de las que proponen me gusta. Pero no esperaba, jamás de los jamases, que fueran a meter mano para reducir la independencia judicial.

2 Renovación Estoy de acuerdo con que algo hay que hacer para que no se atasquen las renovaciones de órganos tan fundamentales como el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional y tantos otros. Pero de eso a dar más capacidad de elección de los jueces al Congreso de los Diputados no es más que limar la división entre los poderes legislativo y judicial, y ya no digamos con el Ejecutivo, que por supuesto ostentará una mayoría en la cámara.

3 La solución No es complicado encontrar una salida a la independencia judicial. Solo hay que permitirles que ellos mismos se elijan, por supuesto con todas cuantas garantías sean necesarias.

4 El quid Pero esa solución no le gusta a ningún político, que ve en ese sistema una gran pérdida de su poder. Y claro, ¿cómo van a controlar luego sentencias, investigaciones, procesos, recusaciones o negativas a imputar? Es decir, ellos, todos, que ahora se echan las manos a la cabeza, quieren seguir mangoneando. ¿Lo dudaban?

|| Lo mejor ||

MENUDO PREMIAZO. La verdad es que Galicia no se queda atrás en Premios Nacionales, todos ellos más que bien merecidos. El último, el de Poesía, se concedió el pasado jueves a la escritora lucense Olga Novo, una reputada poeta que ha desarrollado una trayectoria digna de elogio y odas. Bravo por la literatura que se hace en nuestra comunidad, donde brotan hasta de debajo de las piedras grandes prosistas, poetas y ensayistas, todos de reconocimiento nacional.

|| Lo peor ||

POCAS FORMAS. Ya ni se guardan las formas. Qué vergüenza me dio la actitud de Mónica García, líder de Más Madrid en la Asamblea de Madrid, cuando como no le gustaba lo que decía el consejero de Hacienda y Función Pública, Javier Fernández-Lasquetty, no tuvo otra idea que apuntarle con el dedo y hacer que disparaba. Aquí ya no se trata de partidos, ideologías o programas. Lo que debería importar es el respeto a instituciones y personas. ¿No les parece?

Nada, que no hay manera
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