Tendencias

Compartiendo experiencias y reflexiones

  • 29 jul 2022 / 01:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego

Aprovecho este tiempo de cierta relajación para comentar cuestiones sobre cómo o dónde se pueden conseguir datos, documentos y partituras que aporto en notas y estudios varios. Lo hago en respuesta a quienes me lo preguntan por diversos medios y con total confianza.

Perdonad que eche mano de mi experiencia personal, junto con la de personas que se ocupan de lo mismo o parecido.

Cuando comencé a investigar, por ej., en las catedrales (tema extrapolable a otros), tanto en la de Santiago como en las de otros lugares, no había mucha regla escrita. Casi todo estaba mezclado y muy poco inventariado. No había incluso un sitio físico para guardar nada con esmero. No me retrotraigo al s. XIX, sino a los años ’80 y hasta bien entrado este milenio.

No era descuido. Era fruto, en cierto modo, de que estaba reciente el uso de una liturgia y unos cantos que, habiendo sido de uso diario, dejaron de serlo, pasando a mejor vida por los cambios y dictados sobre la música en los templos, durante todo el XIX y más a lo largo del XX. Sobre esto hay mucho escrito. No me detengo.

Cada iglesia o cada catedral era un mundo. Y lo sigue siendo. Son centros donde reina un orden digamos que «peculiar» para extraños que por allí pasábamos, pero que tenía su razón de ser, natural y evidente para sus «usuarios», aunque a veces ni se cuestionaba ni de cuándo ni de dónde venía dicho «orden».

Han avanzado los tiempos. La conservación y digitalización de las fuentes, interacción con la sociedad y otros cambios, van en progresivo aumento. Eso exige medios, personal cualificado y, por supuesto, recursos monetarios. Aquello de «el arte por el arte» no es, ni ahora ni antes, algo estable, aunque agrade.

Las personas -llámense técnicos, operarios u otro tipo de personal cualificado- son gente con ideas, voluntariosos y loable vocación y formación. Pero hace falta tiempo y todo lo que supone contar con mínimas y adecuadas infraestructuras, a veces creadas exprofeso para afrantar nuevos retos y, a mayores, atender todas las demandas que reciben.

Por ejemplo, meter en un ordenador -o en varios- el arsenal histórico que guarda un archivo (aun sin contar la música, que es material más sensible) es laborioso y nada sencillo.

Lo que pasaba, y sigue ocurriendo en Galicia, era y es equiparable a países como Italia, Inglaterra o Portugal, por citar lugares cercanos.

Recuerdo que, en Italia, cuando algo no aparecía, la culpa siempre la tenían los alemanes y las guerras mundiales. En el resto de España, el mal se debía a las tropas napoleónicas o a las sucesivas desamortizaciones. En Inglaterra, más precavidos y celosos de todo, para mover un papel se precisaban -a manos llenas- permisos, avales, y un largo etcétera, para poder constatar una ínfima sospecha.

Espero haber ayudado a dar alguna idea de cómo está el patio a quienes esto inquieta. Alguno se ruborizará si se ha movido en estos ámbitos. Seguro que ya habréis tenido experiencias dentro y fuera de este país. Pero no todo va al mismo ritmo.

Donde hay centros de documentación musical o de otro género, las cosas son, o parecen, más fáciles. En Compostela ya bastante suerte hemos tenido, por ejemplo, con contar, desde los años ‘70, con un «Área de Música».

En cuanto a la existencia o no de «Grupos de Investigación», tema cada vez más recurrente y presente en nuestros días, pienso que cada cual debe, por una parte, enterarse dónde ya funcionan y, por otra, obrar con iniciativa.

Hoy hay universidades, fundaciones, conservatorios o personas que, a título institucional o personal, ya suman múltiples y variados «Proyectos», «Másteres», etc., en curso o en ciernes. ¿Cómo acceder a ellos? Sugiero leer y cumplimentar lo que os pidan, aunque genere tedio.

En el campo de lo que aún sigue considerándose de las «Ciencias» los trámites son iguales o parecidos que en los de «Letras», pese a que las distancias entre ambos conceptos se hayan diluido o estén en vías de hacerlo.

Por otra parte, sigo creyendo que no menos importante es arrimar el hombro y poner interés en lo que uno tiene en mente y puede resolver trabajando, aun en solitario y sin excesivos apoyos ni medios.

Se decía en mi entorno que no debíamos ser «investigadores de sillón», o sea, personas que pretenden información desde casa, sin mover un dedo.

Quizás hoy esa expresión haya que matizarla. Hay pesquisas que se zanjan con un vistazo a un link, un blog, un wasap. Pero sirve para cuestiones puntuales, datos y poco más. La enjundia está en la reflexión, el estudio personal y la comprensión del ajeno. Es imprescindible conocer diferentes versiones, pero tanto o más, ponderarlas y sopesarlas a la luz de nuevas razones y buenas aportaciones.

Siempre quedarán cosas en el tintero, afortunadamente. De otro modo podríamos caer en la tentación de considerarnos dioses, poseedores de verdades irrefutables.

TEMAS
Tema marcado como favorito
Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.