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Darío Villanueva nos desvela cómo funcionan la posverdad y la corrección política hoy

El exdirector de la RAE publica ‘Morderse la lengua’, un ensayo con el que evitaremos que nos manipulen y nos cierren la boca

  • 25 feb 2021 / 01:00
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Darío Villanuvea, exdirector de la Real Academia de la Lengua y profesor emérito en la Universidade de Santiago, publica Morderse la lengua, un ensayo con el que evitaremos que nos manipulen y nos cierren la boca.

En nuestra globalizada “sociedad de la información” se ha instalado la desinformación de la mano de dos fenómenos sintomáticos de nuestro tiempo: la corrección política y la posverdad, manifestaciones contemporáneas de la quiebra de la racionalidad y la estupidez.

Ambas impregnan y pervierten el discurso de políticos, medios de comunicación y redes sociales, afectando las relaciones personales y profesionales e incluso la creación, la investigación y las expresiones artísticas.

FUNDAMENTO Y VOLUNTAD. Morderse la lengua responde a una doble voluntad del autor: su base, su fundamento, se sustenta en un profundo trabajo de investigación académica, mientras que en su escritura domina el afán divulgativo. No son profundidad documental y claridad expositiva cuestiones antagónicas. En este punto basta con recordar el aforismo de G. K. Chesterton, singular intelectual y escritor británico apodado “el príncipe de las paradojas”, cuando aseguró que divertido es lo contrario de aburrido, no de serio.

En Morderse la lengua, Darío Villanueva combina hechos y palabras, en un relato apasionante que recorre la reciente infección de corrección política y posverdad. El autor cita libros, menciona artículos, reproduce tuits y mensajes en las redes sociales, y recoge declaraciones de todo tipo, al tiempo que reúne hechos que ilustran esa infección, desde acosos a suicidios pasando por modernas versiones de los autos de fe.

Darío Villanueva nos previene contra un vicio muy común en nuestra época de liquidez posmoderna, cual es el adanismo: actuar como si no hubiese habido nunca nada antes de nosotros. “Y a buena fe que sobre posverdad y corrección política –y temas conexos– han corrido –y lo seguirán haciendo– ríos de tinta”, advierte al lector. Por eso, recupera textos clásicos, desde la Biblia hasta grandes autores del siglo XX, para acompañarnos en un sorprendente, personal y documentado viaje al pasado que nos permite comprender mejor el presente y, sobre todo, el alcance real del fenómeno y su posible evolución.

PREÁMBULO EXTRAORDINARIO. El libro se abre con un preámbulo extraordinario sobre la corrección política y la posverdad. Está especialmente dirigido a quienes quieran una aproximación más académica a la cuestión central de la obra. Recorre la práctica totalidad de los temas tratados en Morderse la lengua, ilustrándolos con citas, referencias bibliográficas y reflexiones.

En él, el autor nos explica el porqué del título, del que extraemos un pequeño fragmento: “He buscado una frase hecha para dar título a este libro que trata de dos asuntos en los que, como no podía ser de otro modo, se implican lengua y sociedad: la llamada corrección política y la posverdad. En efecto, en nuestro idioma morderse la lengua significa, según el diccionario académico, contenerse en hablar, callando con alguna violencia lo que quisiera decir”.

“Estos asuntos de tanta actualidad e incidencia en la vida social de este nuevo milenio no pueden entenderse sin indagar en sus orígenes universitarios. Estamos, pues, ante sendos casos en que algo cocido en las torres de marfil de los campus –estadounidenses, al menos en un principio– se ha extendido a modo de un virus implacable al conjunto de la sociedad dentro y fuera de los Estados Unidos, inficionando la información, las relaciones personales y profesionales, la creación y las expresiones artísticas incluso”.

Diversas referencias bibliográficas que invitan a ahondar en el tema

Darío Villanueva apunta que fue la exigencia de las aulas la que lo llevó a consultar y asimilar un corpus muy nutrido de fuentes bibliográficas en varias lenguas, que sigue una secuencia cronológica desde los clásicos grecolatinos hasta hoy mismo.

Además de evitar que caigamos en el adanismo, el conocimiento y consulta de esa tupida selva bibliográfica nos aparta de otro serio peligro: el fraude que algunos posmodernos consideran no punible si se lo llama simplemente intertextualidad. También invita al lector a profundizar en cualquiera de los muchos temas que nos propone la lectura.

El autor ha evitado convertir su texto en lo que llama “una carrera de salto de vallas olímpicas”, salpicándolo de numerosas notas a pie de página. De esta forma, siempre que procede menciona la autoridad en la que se ha inspirado, añadiendo entre paréntesis, solamente la primera vez en que la mencionaba, el año de publicación de la fuente en su versión original.

Los datos completos de la obra en cuestión figuran en la relación bibliográfica final.

En vez de ser unitaria, por orden correlativo, está distribuida en apartados temáticos ordenados alfabéticamente. No ha pretendido hacer una recopilación bibliográfica exhaustiva, como es de ley en un trabajo universitario, sino simplemente reconocer sus “deudas intelectuales e informativas”.

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