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Ejemplares únicos en una Península Ibérica que iba a la deriva en el Atlántico

    • 12 jun 2022 / 00:00
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    Pangea. El gran supercontinente. En el pasado todos los continentes se encontraban unidos en uno único. ¿Cierto? Pues no del todo. Hubo un tiempo en el que sí, pero en el Mesozoico, que es cuando vivieron los dinosaurios, Pangea ya empezó a partirse otra vez y se empezaba a abrir el océano Atlántico, justo separando Galicia de Norteamérica. Y, aunque los dinosaurios más antiguos ya vivían antes de la separación de Pangea, posteriormente aparecieron otros nuevos y especies específicas de nuestro territorio.

    “La placa que ahora conforma Galicia con la Península Ibérica se fue separando y moviéndose aisladamente”, indica la paleontóloga de la Universidade da Coruña (UDC) Aurora María Grandal, que explica que fue así cómo “se separó la primera población de dinosaurios más antiguos de Norteamérica, hacia el este, así que los dinosaurios posteriores en nuestra placa aparecieron por separado de esos, lo que hizo que se creasen especies propias en la Península Ibérica que no hay en otras zonas”, asegura la experta.

    Es por eso que, a día de hoy, cuando descubren dinosaurios en España, son especies exclusivas de aquí, “a los que se les dan nombres nuevos, porque no son dinosaurios iguales a los que aparecen en otras zonas, aunque sí parientes”, afirma. Grandal también incide en que sería después, mucho más tarde, cuando ya los dinosaurios se habían extinguido, cuando esa placa suelta en medio del océano colisionaría contra Europa (y también contra África, continente al que ya se había unido y separado en varias ocasiones) y se forman los Pirineos, la cordillera Cantábrica y demás montañas.

    Pero, ¿había de todos los tipos de dinosaurios en España teniendo en cuenta que estuvieron bastante aislados? Los huesos que quedaron fácilmente enterrados en zonas de sedimentos, o las huellas que dejaron al caminar por zonas pantanosas, como Teruel o La Rioja, dicen que sí. “Aparecen fósiles de todos los grupos de dinosaurios, desde los hervíboros, tipo brontosaurios, esos dinosaurios de cuello largo que caminan a cuatro patas y tienen el cuello muy largo; hasta pequeños carnívoros, aunque de estos aparecieron menos especies”, indica la profesora.

    Eso sí, aún queda mucho por descubrir y por explorar. La paleontóloga recuerda que en el caso de España, precisamente por haber estado aislados de otras zonas, “es interesante seguir descubriendo esas especies nuevas con características morfológicas diferentes a las de los dinosaurios del otro lado del mundo”. “Cuanto más se estudie, más nuevas cosas se encontraran y, ahora mismo, es el momento en que más interés se está poniendo y también financiación para que la gente pueda investigar y los jóvenes amplían el campo de acción para descubrir nuevas especies”, indica.

    La profesora Grandal informa de que los datos de un estudio ponen de manifiesto que “se conocen menos del 0,1 % de los seres vivos que había en cada una de las épocas”, así que “hay muchos individuos antiguos y también más recientes que están esperando a que los descubramos”. Lo más difícil es encontrar ejemplares completos, porque al ser animales tan grandes, suelen encontrarse algunos de sus huesos, “que ya de por sí impresionan a los paleontólogos por su tamaño”.

    Los nuevos descubrimientos seguirán contribuyendo a conocer también las características de los dinosaurios ya identificados. “Al estudiarlos mucho se puede aprender más de su modo de vida, deducir su locomoción y su alimentación”, apunta la experta.

    Sin ir más lejos, no fue hasta 1997 cuando se dió por sentado que, tal y como se sospechaba, las aves modernas son descendientes directas de los dinosaurios. “Fue una revolución enorme, porque todas las dudas que antes se tenían sobre el origen de las aves se esclarecieron cuando se encontraron los individuos intermedios en el proceso evolutivo”, asegura Grandal.

    En concreto, “se trataba de pequeños dinosaurios carnívoros, parientes un poco más antiguos y menos especializados quizá que los grandes carnívoros como el tiranosaurio, un poco más pequeñitos, pero que ya poseían una especie de plumón cuando eran más jóvenes, que les habría ayudado a conservar la temperatura, y plumas en la punta de la cola y en las alas, que usaban, entre otras cosas, para lucir delante de los demás y encontrar pareja, como hacen las aves actuales”.

    Después de ellos, una vez que todos los demás grandes dinosaurios perecieron durante la gran extinción, estos ejemplares sobrevivieron y, gracias a eso, evolucionaron en las aves actuales. “Cuando comemos pollo, podemos decir que estamos comiendo un dinosaurio”, bromea Grandal, medio en broma, medio en serio, que recuerda que al final “fueron los pequeñitos dinosaurios los que sobrevivieron, y aquí están sus descendientes, entre nosotros, tan exitosos y muchas veces tan bonitos”.

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