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En la red muere el pez

    • 22 sep 2022 / 01:00
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    EN ESTOS DÍAS aún calurosos, residuos de un verano de fuegos devastadores y humos asfixiantes, recibo (agradecido) con puntualidad catalana el número doble, 907 – 908, de la revista Insula correspondiente a julio – agosto del año en curso. Su título, “Literatura y redes sociales” combina lo secular con los últimos coletazos de la más reciente modernidad; en este caso es esta última la que deja hechos unos zorros/zorras a la primera, que, como asegura un colaborador de este número refiriéndose a la narrativa, “se ha anorexicado hasta lo indecible en la ficción breve”. Aprovecho el neologismo, médico, para advertir al lector avisado, temerario en verdad, sobre los cientos de estas o parecidas palabrejas que, a codazos con sus congéneres en inglés, sobrenadan por estas abstrusas páginas inaccesibles para el común de los mortales: ¡he aquí el conflicto!

    La editorial que me envía esta Insula sobreviviente espera, en buena lógica y justa compensación, que servidor las comente y analice con juicio atinado; vamos, sin desbarrar. Benemérito propósito que, tras varias tentativas, no podré cumplir, ¡bien que lo siento!, pero ya mis cortos alcances intelectuales no dan para más. Ejemplos: a) “El posible “nuevo género” hunde sus raíces en una tradición donde el carácter intermedial o multisemiótico de la práctica literaria se funde con un dimensión performativa en la que esta neovanguardia...”(P.15); b) “Lo mejor que podemos hacer con la literatura de nuestros días es ensanchar su concepto por debajo y estrecharlo por arriba...” (p.20); c) “El desplazamiento de lo literario hacia los márgenes hace eclosionar toda una polifonía de discursos cuyas dinámicas son inherentes a este ecosistema digital...”(p.20); d) “Máquinas, unicornios y bolas de sangre: lógica transmedia en el teatro actual.” (p. 22). ¡Ojo: en el texto figura “bolas”, no el esperable “bodas” lorquianas!; e) “Las interconexiones sinérgicas de los elementos de un sistema transmedia ...” (p.24); no seguiré, aunque materia verbal (léxica sobre todo) hay para dar y tomar. A mí esto me desazona.

    Tiene este número supervanguardista el mérito de informarnos de las crípticas y deshumanizadas coordenadas por las que la literatura discurre, aunque sus resultados no estén al nivel de sus pretensiones y postulados. Es evidente que aquí no hay lugar para los lectores, ni para los libros que leíamos y seguimos leyendo y ni siquiera para el escritor que aspira – a través de las palabras, de su conocimiento y manejo – a dialogar con el lector. Esto es: nada de lo que habitualmente les cuento, con la pretensión de que amen y frecuenten la lectura, tiene que ver con estas páginas de especialistas universitarios, ni con sus minoritarias “capillas” o escuelas o tendencias u orientaciones teóricas... que proliferaron en pasadas vanguardias que fueron díscolas, contestatarias y revolucionarias. El tiempo, sin embargo, suele poner las cosas en su sitio y separar el grano de la paja. Afortunadamente. El grano es cada vez más escaso. El gas y la electricidad nos deben estar afectando, a juzgar por lo que leemos y oímos un día sí y otro también. Así nos va, también a la literatura.

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