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“María Casares merece que un teatro en Galicia lleve su nombre”

  • 21 nov 2022 / 01:15
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Cineasta de filmografía pausada, Xavier Villaverde (A Coruña, 1958), pionero del audiovisual gallego, se ha dejado seducir por la extraordinaria figura de la actriz gallega más internacional y aclamada para salir de su letargo y dirigir María Casares, a muller que viviu mil vidas, que se presentó en la Seminci el mes pasado y que hoy se proyecta en el Teatro Colón de A Coruña, coincidiendo con el centenario del nacimiento de esta mujer tan fascinante como desconocida para muchos.

Cuando aún no existía una industria audiovisual propia y el cine en Galicia era un tren en vía muerta, 1989 supuso una fecha clave. La del estreno, justo en el mes de noviembre, de los tres primeros largometrajes gallegos de ficción. Fueron, aunque ya existía una producción muy activa de cortometrajes –el primer Metrópolis de TVE, en 1985, estuvo dedicado al propio Villaverde–, el germen de todo lo que vino después. Sempre Xonxa, de Chano Piñeiro, Urxa, de Carlos López Piñeiro y Alfredo García Pinal, y Continental, de Xavier Villaverde, se pudieron ver en el certamen Cinegalicia celebrado en Vigo.

33 años después de aquel hito, el fotógrafo y realizador herculino, afincado desde hace décadas en Madrid, revive la ilusión de entonces gracias a su nuevo proyecto, que gravita en torno a la coruñesa María Casares, hija de Santiago Casares, jefe de Gobierno y ministro de la República. Exiliada en Francia, donde se convirtió en una de las actrices más camaleónicas y veneradas por crítica y público, su apasionada relación con Albert Camus marcó una trayectoria personal, sin retorno a Galicia, que se resume en María Casares, a muller que viviu mil vidas.

¿Qué ha sido de usted desde ‘El sexo de los ángeles’ (2012), que era su último largometraje?

Básicamente he estado disfrutando de la vida y centrado en mi trabajo fotográfico. Entre proyecto y proyecto me gusta tomarme pausas largas. No necesito estar rodando continuamente para disfrutar. Cuando me meto en una película es una experiencia muy vital y de compromiso muy profundo. Este documental sobre María Casares nos ha llevado cuatro años, con jornadas de trabajo de 15 y 17 horas, y ha sido meterse en una vorágine tremenda en la que se escribieron cuatro guiones. Es uno de los proyectos más fascinantes que he realizado en toda mi vida.

¿Qué le animó a sumergirse en la figura de esta mujer?

Es un personaje poliédrico y desbordante. La película es un puzle. No soy un director con formación cinematográfica. Aprendí experimentando y rodando todo lo que podía, y mi aproximación a los temas es bastante libre. María era una persona nada convencional y, humildemente, el documental tenía que hacer homenaje a esa heterodoxia que ella tenía.

¿Cree que María Casares tiene el reconocimiento que merece?

Es profundamente desconocida a muchos niveles. Era inclasificable, políticamente incorrecta y una mujer de una gran cultura, una intelectual poderosísima que hizo un libro de memorias extraordinario. Se estaba muriendo y era una mujer con una fuerza impresionante. Su relevancia como actriz y como figura de la cultura del siglo XX merece que, como acto de justicia, un teatro en Galicia lleve su nombre. En Cataluña, donde tienen otra autoestima como país, hay 20 teatros Margarita Xirgu. Sería muy bonito que los niños, el día de mañana, pregunten quién fue esa María Casares que da nombre al teatro de su ciudad.

¿Tuvo claro desde el inicio que sería un largometraje documental o se planteó hacerlo como ficción?

La tentación de la ficción siempre está ahí, pero yo había hecho un documental anterior, Gitanos de Buenos Aires, junto a Regina Álvarez, con pocos medios y que tiene muchísima fuerza. Y mi impresión es que ese formato nos permitía hacer un acercamiento mucho más completo a la figura de María Casares. Porque no es solo la historia de María, es la de todo el siglo.

¿Ha sido complejo trabajar con el material de archivo histórico entre tanta documentación sobre su figura y sobre su época?

Hemos recuperado muchas obras de exiliados y de republicanos. Hay muchos homenajes en la película, desde las fotografías de los hermanos Mallo y Juan Veloso a Paskalevic pasando por Díaz Noriega o Carlos Velo. También están los grabados de Conde Corbal, de Sara Lamas, la aportación de Luz Beloso y las obras de un artista, Pablo Orza, que no tiene el reconocimiento que merece. Había una voluntad de recuperar a María, a su padre, Casares Quiroga, que era un progresista de su época, y a muchos artistas gallegos que están en un olvido que no merecen. Hemos intentado hacer muchas cosas y esperemos que el resultado haya sido coherente.

¿Ha podido acceder a muchas imágenes de las películas y obras teatrales de María Casares?

Sí, aunque siempre con una limitación presupuestaria, ya que hay televisiones o distribuidoras que piden cantidades prohibitivas por cada minuto de su archivo. El trabajo, además, ha sido de restauración, porque no tienen nada que ver los materiales videográficos originales con los de la película. Personalmente restauré todos los archivos fotográficos, más de 300, con un programa de inteligencia artificial. Fue un proceso agotador, aunque fascinante. Había que devolver la dignidad a unas personas y había que hacerlo devolviendo la dignidad a sus imágenes.

¿Qué recorrido espera que tenga la película?

Después de la presentación en el Teatro Colón, coincidiendo con el centenario del nacimiento de María Casares, se podrá ver en París la semana próxima, en el Instituto Cervantes. Y haremos un estreno en salas en febrero o marzo, aunque dentro del circuito que puede tener un documental. Estamos negociando su visionado por plataformas y me gustaría que fuera a Filmin, que mantiene las películas durante bastante tiempo y apuesta por los productos culturales y no como otras, que se mueven más por la comercialidad exclusivamente.

¿Cómo ve un pionero el panorama audiovisual gallego en la actualidad?

Lo sigo con mucha atención porque soy un gran consumidor de cine y series. Me hace sentirme muy orgulloso ver que sale tanta gente con proyectos, aunque lo más complicado es conseguir la continuidad. No todos tienen repercusión, pero entre la cantidad es más fácil que algunos lo logren. Es muy estimulante ver una generación con tantas inquietudes para seguir haciendo crecer el tejido audiovisual del país, aunque muchas veces sean francotiradores que arriesgan su dinero y sus energías. Es necesario, por tanto, que los poderes públicos se impliquen para apoyar esos proyectos.

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