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HUMOR EN CANAL Entrenador del Obradoiro, de niño gozaba con ‘Mazinger Z’ y ‘Starsky y Hutch’, luego con ‘Canción triste de Hill Street’ // Ahora disfruta con series como ‘True Detective’ y ‘Mandalorian’

Moncho Fernández y el Ford Torino

  • 21 feb 2021 / 01:00
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Cuando era niño tenía muchas series que me gustaban. Destacaría Mazinger Z, Érase una vez el hombre, Starky y Hutch, Los hombres de Harrelson y Los 4 detectives”.

Ese era el top televisivo de Moncho durante la infancia, una isla de tierra caduca con su propia pila bautismal. Por ello, los compañeros adelantaron su segundo apellido, así el Moncho Fernández de hoy, entrenador del Obradoiro, era ayer en el colegio... Moncho Vidal.

Dos pero uno mismo, un juego, un símil de su oficio, con algo de teatro estadístico: comedia Vs. drama.

Starky y Hutch fue la primera buddy movie de quienes fuimos a EGB. Aquel rojizo Ford Gran Torino con un rayo blanco a cada lado era carne de persecuciones a velocidad de trueno por las calles de EE. UU. pero en las nuestras había que conformarse con la réplica de Guisval en días de 1978, cuando un coche real como el Seat 127 valía 335.000 pesetas (2.013 euros) y el S. 124 unas 435.000 pts. (2.614), según Auto Bild.

Del Celta por herencia futbolera familiar en un Santiago donde el deporte estaba (y está) liderado por el baloncesto, el Moncho chaval disfrutaba yendo apilados en un coche a Sar para animar al Obra, parte de días con inventiva autodidacta.

“Me encantaba jugar con los Geyperman. Además, en nuestro caso, también éramos muy de hacer nuestros propios juguetes, como pistolas de pinza o arcos, y de jugar mucho con el balón”, cuenta Moncho Fernández Vidal, virgo del 19 de septiembre de 1969, año de la luna.

Igual que por entonces solo había una televisión cuyo segundo canal, UHF, era de horario corto y contenido algo arisco, había solo una pelota, que igual valía para meter canastas que goles o para ser el balón quemado pero llegaron los años 80.

El Obra subió a la élite en un vuelo fugaz, nació Naranjito (¿o fue un sueño como el de Resines?), estalló la movida, y en los hogares de esa España admitida en la Unión Europea en 1986, entraron nuevos contenidos y otros continentes.

“En casa, la primera televisión que tuvimos era en blanco y negro, una Grundig. Luego ya tuvimos a color, una Sanyo”, detalla Moncho, quinceañero capaz de juntar a toda su familia en su habitación la madrugada en que España logra la medalla de plata en Los Angeles 84, de eterno sabor a oro y Nocilla.

Tras disfrutar de Starky y Hutch entre 1975 y 1979 ignorando de que marrón era la chupa de cuero de Hutch (interpretado por el rubiales David Soul) o qué azul tenían los vaqueros patacampana de Starsky (Paul Michael Glaser), en los 80 desembarca el color.

“Ya de adolescente me gustaba ver La bola de cristal y series como Canción triste de Hill Street y Pepe Carvalho”, revela.

El báquet detiene el mundo al pedir tiempo muerto, fuera del parqué la tela y su ocio dan brida al reloj.

Emitida en la TVE de 1986, Pepe Carvalho fue parte de esa tele adulta que nos quitó caspa de complejos, en este caso adaptando la saga detectivesca de Vázquez Montalbán.

Todos caminamos siguiendo algún reguero de migas y a Moncho le avivó la vocación cultural el maestrazgo en Peleteiro de Virgilio Moure y Laureano Otero.

En lo audiovisual, la senda creativa de Steven Bochco en Canción triste de Hill Street (1981-1987) hizo escuela. El realismo de ese policiaco diluyó el moralista eje del bien/mal, dotando de escala de grises a una trama con diálogos cruzados que reinventó el medio

Volviendo al crono, los minutos se convierten en granos de arena (varios cruelmente negros) debido a la pandemia. Cada segundo es otro.

“Depende del tiempo que tenga veo más o menos series. En el confinamiento que tocó hace un año aproveché para ello y en el último que tuvimos que hacer con el equipo también. De las últimas series que he visto, las que más me han gustado son Chernobyl, True Detective y Mandalorian”, explica.

Dos de HBO, otra de Disney+, un big three que gusta a crítica y público, donde la innovadora True Detective realza su pasión por el noir.

Eso sí, ni esas series juntas suman las diez temporadas que Moncho Fernández Vidal cumple al frente del Obradoiro, club tan preciado para él como aquel Ford Torino de juguete que muchos conducíamos derrapando a base de ilusión. ¡Brom!

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