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Pasión y muerte en lo negro

  • 10 sep 2022 / 01:00
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LA ATONÍA O CAÍDA en lo que respecta a novedades literarias que representa la estación estival ha seguido las pautas habituales. Sin embargo no han faltado algunos títulos en el terreno de la narrativa de mujer, en sus constantes atravesadas de violencia y dureza, de la problemática feminista y, por ende, de la defensa de la mujer frente a marginaciones y abusos de toda clase y condición. En definitiva, y solo con finalidad informativa, vale la pena la referencia a títulos recientes como Niebla ardiente, con la que se estrena en el campo novelístico la mexicana Laura Baeza; El resto del mundo rima (tan reciente en el actual 2022), de la uruguaya Carolina Bello; La encomienda, de la colombiana Margarita García Robayo y, algo más distantes (cuestión de meses), Trilogía de la pasión, de la argentina Ariana Harwick y Cauterio de la también argentina Lucía Lijtmaer; La estirpe, de la venezolana Carla Maliandi, y Pelusa Baby de la chilena Constanza Gutiérrez. Novedosa es desde luego Volver a empezar (Anagrama, 2022), que reúne a diversas voces, algunas poco conocidas entre nosotros como Velia Vidal, Dolores Reyes o Trasnaya Elena A. Gil.

Laura Baeza pone título – “Niebla ardiente” – de raíz intensamente lírica (un tan hipersensorial como expresivo oxímoron) que en buena medida sintetiza una historia de muy dura y desoladora sustancia humana que transcurre alternativamente entre México D.F. ( y otras geografías mexicanas) y Barcelona. Personajes centrales y voz narrativa están referidos al ámbito de la mujer, ocupado fundamentalmente por Esther e Irene: la aterradora desaparición y muerte de la primera inserta lo narrado en la atroz crónica negra urbana del país y, al mismo tiempo, en la crónica roja de prensa y el género negro, aunque de este último posea un desarrollo parcial, entrecortado.

El mundo familiar es un contexto de extraordinario pálpito humano, de clase media baja esforzada en la lucha diaria, en alcanzar alguna prosperidad buscada en la emigración y, desde la memoria de Esther, en su turbia relación pautada por secretos inconfesables que revelan una sórdida imagen de esta y la degradan frente a la patética figura de Irene, marcada por su paranoia y su desaparición; esta última, móvil que sustenta la historia, dura y bien poblada de situaciones y secuencias que sumen en una niebla espesa lo narrado.

Tal vez, probablemente, bajo la narradora, Esther, haya algunos elementos autobiográficos; algunos trazos del curso de su autoformación. Lo importante aquí es, sin embargo, lo impactante de la trama, la solidez y verdad del vivir familiar y del análisis interiorizador de Esther, que además contrasta los escenarios mexicanos y el barcelonés. La hiriente vibración humana lo llena casi todo de honda pesadumbre con su cerco de enfermedad, violencia, muerte y locura que impregnan el proceso de búsqueda al que aludimos y que se cierra no sin algunos puntos oscuros. Niebla ardiente, pese a su condición de obra primera, está muy bien escrita. La calidad de su prosa y el empaque narrativo de la misma son innegables y evidentes. El lenguaje es denso y significante. La clave de un doloroso realismo orienta la cosmovisión en esta muy buena novela, indicativa de que en estas páginas hay una escritora altamente capaz de forjar narrativamente una trágica y oscura historia, no exenta de crueldad y perversión que nos conmueve. Que así conste.

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