Psiquiatría versus psicología
la caída del telón de acero de la sociedad del bienestar ha traído consigo pasar de la cultura del ocio a curar los males del alma. Hoy negociar con las emociones es básico: la inteligencia emocional, la resiliencia, el optimismo, etcétera.
Esto nos lleva a la vieja dicotomía: psiquiatría versus psicología, que son como A Coruña y Vigo, Oporto y Lisboa. No obstante frecuentar a los especialistas de ambas disciplinas quizá sea lo idóneo.
¿Qué hace la psiquiatria? Hace la guerra a las emociones negativas con munición: las pastillas hasta llegar a la dosis presumiblemente óptima. Los resultados de mejoría se aprecian en 10 o 15 días y por eso la consulta al psquiatra es la solución más fácil ante problemas mentales o del sistema nervioso
¿Cuáles son sus contraindicaciones? Algún tratamiento puede hasta generar alucinaciones y trastornos de la personalidad si la dosis de droga medicinal está mal calibrada. Además existe el riesgo de que se cronifique la toma de medicación, con lo que el enfermo es, de facto, un yonqui de cuello blanco, con dependencia de sus fármacos para levantarse de la cama.
Hay casos, no obstante, y quizá la mayoría, cuya visita a la psiquiatra es indispensable porque la depresión, por ejemplo, es un déficit de serotonina o endorfinas que puede ser por un corto espacio de tiempo, un ciclo de crisis, o de por vida.
Sin quitarle a los psiquiatras su intervención obligada en muchos casos, la psicología es más limpia y lenta. La psiquiatría sería hacer el camino en bici y la psicología, a pie. El psicólogo, como los primeros filósofos griegos y romanos, tratan de hacer ver al paciente qué le hace infeliz, por qué no duerme o no sonríe, etc.
Para eso utilizan la clásica mayéutica evolucionada: preguntar, dejar caer algún consejo y guiar al paciente hasta la paz a partir del diálogo y de tareas de reflexión. Los psicólogos no recetan pastillas, trabajan con las emociones de sus clientes.
Yo aconsejo agotar la vía de la psicología y propongo desde aquí un debate para hacer visible, y restar sus tabús a la enfermedad mental, que sigue mal vista. John Lennon tenía trastorno bipolar y Paulo Coelho pasó una temporada en un psiquiátrico.