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Viviendo en una burbuja

  • 21 may 2020 / 00:30
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Últimamente me viene mucho a la cabeza una película que vi en la tele hace mil años. La protagonizaba John Travolta y era la historia de un niño que vivía en una burbuja de plástico, debido a que carecía de un sistema inmunológico efectivo. Así que toda su vida era una especie de cámara desde donde veía pasar el mundo, incluido a su vecina de la que se enamoraba. Un dramón romántico en toda regla, vaya, inspirado en la historia real de David Vetter, enfermo de SCID.

Obviamente, nada de lo que recuerdo de aquella película setentera tiene que ver con esta etapa de confinamiento que nos ha tocado vivir, afortunadamente, pero por alguna razón mi cerebro la trajo a mi cabeza hace algún tiempo y la tengo más presente de lo que sería sanamente razonable.

Y es que así, como pensamiento rápido y sin pararme dos segundos a meditarlo un poco, porque al tercero ya no lógicamente, yo tengo esa misma sensación de estar viviendo en modo burbuja, viendo cómo pasan los días, las semanas y la vida sin participar en ella. Y soy consciente de cómo he pasado de los jerséis a las camisetas, y de la chimenea al aire acondicionado sin darme cuenta y, por decirlo de alguna manera, sin que pasase nada más en el medio que tachar un día tras otro en el calendario.

Paradójicamente, quizá lo peor, en el fondo, sea además el haberse acostumbrado de alguna forma a ello.

No sé si hay alguien más al otro lado con esta misma sensación, pero en lo que a mí respecta ya adelanto que yo voto por la autorrebelión, por romper la inercia y salir de la burbuja que nos hemos fabricado, aunque sea con mascarilla y toneladas de hidrogel.

Y ya de puestos, estoy a un paso de rebelarme también contra quienes se saltan a la torera las nuevas normas de convivencia social (pereza absoluta), pero también contra quienes se sacan de la manga absurdidades como la de pedir turno en la playa como si se estuviese en la cola de la carnicería. A ver, un poco de seriedad. Exigir distancias, sí; parcelar arenales, pues hasta incluso, pero tener que pedir cita previa para estirar la toalla, pues como que no lo veo, ni práctico ni necesario, que al fin y al cabo se trata de hacer lo de siempre, solo que en lugar de entrar mil toallas por playa, ahora entran quinientas, y listo. Tampoco es tan complicado el asunto, ¿no?, hay que pillar coche y buscar sitio; que una está llena, pues a la siguiente, y así hasta dar con alguna. Vamos, lo que hemos hecho toda la vida los que no vivimos en lugares de mar.

El resto, es complicarse. Y sí, Ayuntamientos del mundo, una app informando del nivel de ocupación playera se agradece, que digo yo que igual que informan de la temperatura y el estado del mar, tampoco será especialmente difícil crearla.

Y MENOS AHORA, QUE SOMOS LA MAR DE TECNOLÓGICOS, no hay más que ver el peso que han ganado el uso digital y las aplicaciones móviles en los últimos meses. Lo digo yo, basándome en la pura intuición, y lo dice el IG Mobile de Smartme Analytics, una empresa pionera en Tecnología observacional, que ha llevado a cabo un interesante estudio que recoge y analiza datos de las cuotas del mercado del último trimestre, en el que por cierto, y como era de esperar, deja claro que el sector de mayor crecimiento ha sido el de TV, cine y empresas de streaming varias, con muchas horas de confinamiento delante de una pantalla y un Netflix imbatible.

Pero para mi gran sorpresa, lo tengo que confesar, el segundo en crecimiento en medios digitales ha sido el de la moda. Reconozco que me alucina que la gente metida en casa, esa misma que según decía un informe la semana pasada vestía pijama, ropita cómoda y solo se arreglaba de cintura para arriba en las videollamadas, se haya dedicado intensamente a la compra on-line de ropa. Y eso, sin haberse lanzado ni siquiera la campaña de primavera de El Corte Inglés, que me van a perdonar pero para mí es la oficial, y la primavera no existe ni invita al shopping hasta que sale el anuncio del Corte en la tele, este año con Ana de Armas como protagonista y más tarde que nunca. Y entonces sí. Ya hemos cambiado de estación y ya podemos irnos a comprar chaquetas de punto, vestidos de flores y trenchs,

Y por si a alguien le interesa, le siguen en crecimiento y por este orden las finanzas, la restauración, las redes sociales, la prensa, los juegos y la comunicación. Datos, por cierto, que a mí me dan cuanto menos para una tarde de reflexión, mientras caen en picado viajes, cómo no, transporte, telco y retail, que están en horas bajas.

CON UNA GRAN INCERTIDUMBRE POR DELANTE y metida todavía de lleno en esta pandemia, es difícil saber cómo recordaremos en el futuro esta etapa, e incluso lo que nos quedará más marcado de ella. Al menos yo no lo sé, pero sí tengo claro lo primero que voy a intentar olvidar, y es la gran cantidad de canciones que han salido al amparo del covid-19, por muchas buenas intenciones que haya detrás. Me tienen saturada, casi tanto como los coachs estilo mr wonderfull.

Así que me niego a escucharlas, ni el Baile de máscaras, de Javier Ruibal ni Los abrazos prohibidos, de Vetusta Morla con grandes como Alice Wonder, Andrés Suárez, Christina Rosenvinge, Dani Martín, Depedro, Eva Amaral, Ismael Serrano, Iván Ferreiro, Joaquín Sabina, Leiva, Luz Casal, Maika Makovski, Marwan, Nacho Vegas, Rozalén o Xoel López, entre otros, por muy estupendos que sean todos ellos y por mucha causa benéfica que haya detrás.

Ya los escucharé en otra ocasión, vaya, y con otros muchos temas. Mejor en esta me quedo con la propuesta del Resurrection Fest Estrella Galicia, que tras anular su cita presencial en julio en Viveiro, ha decidido hacerlo online y con fines benéficos, poniendo en marcha una programación en abierto de conciertos inéditos, actuaciones en directo, entrevistas especiales, reportajes sobre el festival y mucho más. Que vale que no será lo mismo ni muchísimo menos que estar viendo en vivo los guitarreos de Judas Priest, System of a Down, Korn o Amon Amarth, pero con un poco de buena voluntad, podremos mover la melena y dar unos cuantos saltos en casa. Por ganas e imaginación que no quede.

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