Lacra creciente

Inquietud en Francia por la proliferación de acciones violentas de la ultraderecha

Trece proyectos de atentados por parte de grupúsculos de ultraderecha han sido desmantelados en Francia desde 2017. El país vecino concentra buena parte de las detenciones en Europa de militantes ultraderechistas peligrosos

Policía antiterrorista francés en París.

Policía antiterrorista francés en París. / EFE

Enric Bonet

Es la punta del iceberg de una lacra creciente en Francia Europa. Una manifestación intimidatoria de la ultraderecha el pasado 25 de noviembre ha hecho correr ríos de tinta en la prensa gala. Centenares de militantes ultras procedentes de distintos puntos del país se concentraron en el barrio de la Monnaie en Romains-sur-Isère, una pequeña localidad de unos 30.000 habitantes en el sudeste de Francia. Lo hicieron con el pretexto de protestar por la muerte del adolescente Thomas, de 15 años, quien perdió la vida el 19 de noviembre en una trágica pelea al final de una fiesta en el pueblo vecino de Crépol. Pero en realidad querían derramar su bilis xenófoba apalizando a jóvenes de ese distrito multicultural.

La intervención de las fuerzas de seguridad evitó que esa protesta desembocara en una batalla campal. A pesar de ello, cuatro jóvenes de la Monnaie resultaron agredidos por los manifestantes y uno de los ultras recibió una paliza por parte de los habitantes del barrio. Esa manifestación en Romains-sur-Isère no fue un caso aislado. París, Lyon, Niza... Es larga la lista de ciudades en que la extrema derecha ha organizado concentraciones en los últimos días. Como resulta habitual en Francia, ha aprovechado ese suceso trágico para difundir su ideología xenófoba y convertirlo en un ejemplo de un fantasmeado racismo contra los blancos, algo que ha descartado la investigación policial.

"La violencia de la ultraderecha aumenta y está cada vez más aceptada por la sociedad", explica a El Periódico de Catalunya, del Grupo Prensa Ibérica, el sociólogo Emmanuel Casajus, autor del libro Style et violence dans l’extrême-droite radicale, sobre unas acciones recurrentes en el último año. Este experto sobre estos grupúsculos menciona como uno de los episodios más graves el acoso ultra que sufrió el alcalde de Saint-Brevin, Yannick Morez. Después de haber aceptado la presencia en su localidad (en el noroeste de Francia) de un centro de acogida de refugiados, a ese edil le quemaron en mayo dos de sus vehículos y su domicilio sufrió un incendio tras haber sido atacado con cócteles molotov. Al final dimitió tras recibir un apoyo más bien tibio por parte del Ejecutivo.

"Hay grupos en todas las regiones"

Trece proyectos de atentados por parte de grupúsculos de ultraderecha han sido desmantelados en Francia desde 2017. Aunque estas cifras resultan inferiores a las del yihadismo —41 atentados evitados —, el país vecino concentra buena parte de las detenciones en Europa de militantes ultraderechistas peligrosos: 16 en 2022 (el 35% en todo el Viejo Continente) y 29 en 2021 (el 45%). Sin duda, la acción más grave fue el homicidio en marzo del año pasado del exjugador de rugby argentino Federico Martín Aramburu, al que arrebataron la vida tras una pelea con simpatizantes ultras en un bar en el Barrio Latino de París.

"Hay una nueva generación jóvenes militantes quienes consideran que sus predecesores —por ejemplo, el grupo de agitprop Generación Identitaria, ilegalizado en 2021— eran demasiado blandengues, y apuestan claramente por la acción violenta", sostiene Casajus. "Lo más preocupante es la acumulación de armas. Cuando suelen haber detenciones, la policía requisa cantidades importantes de armamento y munición", alerta el politólogo Jean Yves-Camus, director del Observatorio de radicalidades políticas de la Fundación Jean-Jaurès, afín al Partido Socialista. 

Según este especialista sobre la extrema derecha, estos grupúsculos ya no están presentes solo en grandes ciudades como París, Lyon —históricamente uno de los feudos de la ultraderecha radical y donde a mediados de noviembre hubo una acción violenta contra una conferencia en apoyo a Palestina— o Niza, sino "también en pequeñas ciudades como Bourges (centro), Le Mans (oeste) o Thionville. Hay grupos en todas las regiones". 

"Hay una presencia en la calle de la ultraderecha mucho más importante que hace 20 años. En Lyon las agresiones resultan habituales y aquí los militantes de izquierdas tienen miedo de dispersarse solos cuando se encuentran para participar en manifestaciones o reuniones públicas", explica Usul. Este famoso youtuber de izquierdas sufre en sus propias carnes el acoso ultra. "Lo peor es cuando me siguen en la calle, no puedo tener una vida normal", lamenta este creador de contenido, al que atacaron lanzándole harina en la calle militantes de la Acción Francesa (un colectivo monárquico y reaccionario) después de publicar un video crítico sobre Napoleón.

La ilegalización, ¿una medida eficaz?

Además de las acciones violentas en la calle, los modos de acción de estos grupúsculos resultan proteiformes. Disponen de varios grupos de Telegram, como uno llamado Affiche ton antifa (Señala a tu antifascista), en que difunden las coordenadas de políticos de izquierdas, activistas o periodistas. Incluso este corresponsal de El Periódico de Catalunya, del Grupo Prensa Ibérica, ha sufrido episodios puntuales de acoso telefónico tras haber sido señalado en uno de ellos. Intentan censurar coloquios en las universidades a través de su sindicato la Cocarde. También llevan a cabo el review bombing —poner malas críticas de manera deliberada contra películas— llegando a propiciar el fracaso comercial de filmes elogiados por la crítica especializada, como Rodéo o más recientemente Avant que les flammes ne s’éteignent.

"Nuestros dirigentes han preferido mirar a otro lado. Sus prioridades evidencian su indiferencia ante el peligro", lamentaba esta semana en un editorial Edwy Plenel, el director del diario digital de izquierdas 'Mediapart'. Ante las críticas de ser demasiado permisivo con estos grupos y establecer una equidistancia entre las acciones de la ultraderecha y las organizaciones de la "ultraizquierda", el Gobierno de Emmanuel Macron se defiende asegurando que desde 2017 ha ilegalizado varios colectivos ultraderechistas —con hasta 37 disoluciones de asociaciones islamistas, ultraderechistas, izquierdistas o ecologistas, Macron es el presidente en la historia de la Quinta República que ha ilegalizado más grupos—, como Generación Identitaria o recientemente la División Martel.

Sin embargo, "estas disoluciones no resultan demasiado eficaces", lamenta Casajus. Según Camus, "afectan a los recursos económicos de estos grupos al privarles de su local", pero no impiden que se reconstituyan con otro nombre. Incluso estos militantes suelen reconvertirse trabajando para partidos políticos, como Reconquista de Éric Zemmour o la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen, que cuenta con varios asistentes parlamentarios que han militado en grupúsculos de ese estilo. Se benefician, de hecho, del avance de las ideas xenófobas y nacionalistas en la opinión pública francesa. Una coyuntura que favorece la banalización de la violencia ultraderechista.