La amenaza de Rusia

Tambores de guerra en Europa: ¿Riesgo real o comunicación estratégica?

Expertos en seguridad, analistas, diplomáticos, militares e historiadores abordan la cuestión de si es posible una guerra con Rusia en suelo europeo

Soldados de la 101 fuerza aerotransportada de Estados Unidos, durante un ejercicio militar.

Soldados de la 101 fuerza aerotransportada de Estados Unidos, durante un ejercicio militar. / ROBERT GHEMENT

Mario Saavedra

Escenario hipotético número 1: Donald Trump gana las elecciones en noviembre en Estados Unidos y recorta la ayuda militar a Ucrania. Rusia consigue quedarse con los territorios ya conquistados y avanza. Vladímir Putin decide pasar a una segunda fase bélica: lanza un ataque para apoderarse del corredor de Suwalki, una franja de tierra ubicada entre Lituania y Polonia. 70 km de longitud para conectar a Bielorrusia, el principal aliado de Moscú, con Kaliningrado, el territorio ruso incrustado en Europa junto al mar Báltico. Pone a prueba el “talón de Aquiles” de la OTAN y comprueba si los países de la Alianza están dispuestos a enviar soldados al frente o se achantan...

Escenario hipotético número 2: el presidente chino Xi Jinping y Vladímir Putin negocian en secreto abrir otro frente a la OTAN. Xi, que ha prometido reunificar la República Popular China con Taiwán por las buenas o por las malas, aprovecha la ocasión y lanza un ataque contra la isla independiente. Estados Unidos, enfrascado en Ucrania, decide no mandar tropas. Variación: China intenta apoderarse de alguna de las islas disputadas con otros países asiáticos aliados de Estados Unidos, pero Washington decide no intervenir. Rusia prueba entonces a golpear de forma simultánea otro lugar europeo. Por ejemplo, invadir el archipiélago Svalbard, situado en el Ártico y parte de Noruega, una serie de islas desmilitarizadas, pero que pueden ser estratégicas…

Estos escenarios ficticios, elaborados con la ayuda de Charly Salonius, analista del Instituto Finlandés de Asuntos Internacionales, contienen algunos de los elementos que llenan los discursos de los expertos en seguridad en los últimos meses. “¿Es la guerra la situación más probable? No. Pero puedo decir que la probabilidad no es cero, y hace unos años sí lo parecía", dice Salonius. "Ese es el gran cambio. Países como Finlandia, Suecia o Noruega lo consideran una posibilidad”. Por eso se han unido a la OTAN.

Todos los expertos consultados (analistas de estrategia militar, historiadores, diplomáticos, militares) coinciden en que son tiempos altamente inestables, volátiles e imprevisibles, y que una guerra en suelo europeo no es del todo descartable. La opción menos mala ahora es la disuasión, aseguran: prepararse para una guerra aunque probablemente esta nunca llegue a producirse, más allá de la que sufre Ucrania desde 2014 y que se convirtió en una invasión a gran escala en 2022.

“Me vienen a la cabeza dos dichos: el de ‘si quieres paz, prepárate para la guerra’ y el de ‘nunca acorrales a una rata’. El primero porque no parece importar cuánto quieran la paz la mayoría de los europeos, una potencia como Rusia ha escogido la guerra en Europa”, dice a este diario Michael A. Hennessy, profesor de Estudios de Guerra e Historia del Royal Military College de Canadá. “El segundo porque, si la guerra de Ucrania se queda en la situación de empate actual, una Rusia acorralada podría querer subir la apuesta y escalar la violencia en otra parte, para salvar algo de cara”, añade. Y, como no hay apuesta segura, lo prudente es revisar las defensas y planificar para lo peor, a la espera de que la disuasión y unos líderes de cabeza fría consigan calmar la situación.

¿Campaña de comunicación estratégica?

Los líderes europeos no paran de mandar mensajes advirtiendo a sus poblaciones de que es necesario incrementar el gasto militar y prepararse para una posible confrontación. La ministra de Defensa de España, Margarita Robles, ha dicho que la sociedad "no es consciente" de la "amenaza total y absoluta" de una guerra y ha advertido de que el peligro "está muy cerca, no es una hipótesis". La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha asegurado que "la guerra no es inminente, pero no es imposible" y pide un "despertar urgente" en materia de Defensa. Pedro Sánchez ha anunciado más gasto militar para enfrentarse a un "mundo inestable".

¿Es una campaña de comunicación estratégica destinada a que los europeos apoyen el aumento del presupuesto de Defensa? ¿Se trata de mantener viva la llama del apoyo a Ucrania, tras dos años de conflicto y pocos avances sobre el terreno? 

“Es posible que en algunos países se esté amplificando lo que es una preocupación genuina para conseguir alcanzar el 2% o el 2,5% del PIB de gasto en Defensa. También es factible que todos esos líderes, que comparten reuniones e información de inteligencia, repitan en sus países lo que escuchan decir a sus homólogos”, opina Salonius. “¿Estamos listos? La respuesta corta es que no. El objetivo es crear suficiente disuasión para que Rusia no considere atacar. Estar preparados es lo mejor y lo más barato”. 

Fuentes diplomáticas consultadas no descartan que parte del motivo detrás de esta cacofonía bélica sea esa comunicación estratégica. No creen que Moscú se atreva a lanzar un ataque contra ningún país europeo de la OTAN. Incluso sin el apoyo de Estados Unidos, las capacidades en hombres, aviones o tanques son muy superiores en el viejo continente.

Fuentes militares advierten de dos indicios extra a tener en cuenta: Rusia parece estar reservando tanto sus capacidades navales, especialmente los submarinos, como las fuerzas aéreas, que ha usado con moderación en Ucrania. Y ha levantado una suerte de economía de guerra que le permitirá producir seis millones de rondas de artillería en pocos años, mientras Europa no llega al millón.

Riesgo de carrera armamentística

El temor de muchos es que una carrera armamentística en Europa sea precisamente la que fomente la confrontación. Que con los arsenales llenos haya más incentivo para atacar o  responder. 

“Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre si las carreras de armamentos por sí mismas aumentan la probabilidad de que estalle un conflicto caliente”, apunta Carlos Sanz Díaz, experto en Historia Contemporánea y profesor de la Universidad Complutense. “Se ha argumentado que el incremento en gasto militar de un país aumenta la posibilidad de que busque alcanzar sus objetivos mediante el uso de la fuerza, pero para que eso ocurra parece que tienen que concurrir otros factores: que perciba que sus rivales son débiles, que perciba una ventana de oportunidad antes de que sus rivales se armen a su vez, que fracasen las vías diplomáticas, o que un conflicto menor acabe escalando en algo más importante”.

Gardelegen (Alemania), 08/04/2024.- Un soldado checo de la 41 división mecanizada, durante un ejercicio de la OTAN.

Gardelegen (Alemania), 08/04/2024.- Un soldado checo de la 41 división mecanizada, durante un ejercicio de la OTAN. / EFE/EPA/FILIP SINGER

La carrera de armamentos nucleares entre EEUU y la URSS entre 1949 y 1991 no terminó en un conflicto abierto y hay bastante acuerdo en que ahí la disuasión sí funcionó, bajo la doctrina de la destrucción mutua asegurada (MAD), recuerda Sanz Díaz. La anterior, entre 1914 y 1939, no provocó ese efecto disuasorio, y se produjeron dos guerras mundiales y decenas de muertos. 

Época de incertidumbre

Lo que parece evidente es que estamos en la etapa de mayor tensión internacional en Europa en los últimos 40 años, desde la crisis de los euromisiles que enfrentó a la OTAN y el Pacto de Varsovia entre 1979 y 1985, en plena Guerra Fría. “Con la diferencia de que entonces no se llegó a un conflicto caliente, y ahora llevamos dos años de guerra abierta que implica a una gran potencia nuclear”, apunta Sanz Díaz. 

El otro problema es que cada vez hay menos mecanismos para estabilizar los conflictos. “Desde el fin de la Guerra Fría, se firmaron una serie de acuerdos entre las grandes potencias para sustituir la competición por el diálogo, la confianza mutua y la cooperación”, apunta el profesor, que recuerda que hoy en día muchos de esos acuerdos son papel mojado o han sido denunciados por Washington y Moscú: el tratado START II para limitar las armas nucleares estratégicas de EEUU y Rusia, el Tratado ABM sobre misiles antibalísticos, el Tratado INF sobre armas nucleares de alcance intermedio o el Tratado Open Skies de 2002. Más tensión, menos diálogo.