La hostelería de O Milladoiro se reinventa para seguir viva

La hostelería se encuentra ahora con pocas opciones, pero en O Milladoiro se resisten y están dispuestos a renovarse para enfrentarse a un cierre muy dañino para los intereses tanto de propietarios de bares y restaurantes como de camareros, cocineros y hasta personal de la limpieza.

El mesón O Polígono, a cuyo frente se encuentra Ángel Cordo, hace ya tiempo que se vio obligado a reformularse. Su ubicación en el parque industrial se vio castigada por el teletrabajo y por las jornadas continuas que aplican las empresas ya que unos desarrollan su labor en casa y los otros llegan después de comer o deciden hacerlo en casa tras la jornada laboral.

Este empresario, curtido ya en mil batallas, ofrece cafés, todo tipo de bocadillos y, de lunes a viernes, un menú adaptado a los trabajadores para que se pueda recoger en el local situado en la calle Oliveira aunque, si existe posibilidad, incluso los entregará en las naves industriales de la zona.

Los fines de semana también cuenta con una serie de platos más elaborados y con un claro corte casero para recoger en el establecimiento. Esta modalidad ya la emprendió hace tiempo y poco a poco gana clientes gracias a la excelente maña que se da en la cocina su esposa, Pilar Fernández Gago.

Sin publicidad, solo con el boca a boca, su cabra asada, los arroces, el cocido con filloas, el cordero, los callos y otra serie de platos se cuelan en las mesas de las casas cada sábado y domingo gracias a un sistema bien sencillo. Los interesados facilitan su número de teléfono y a golpe de jueves reciben los platos que se preparan para el sábado y para el domingo con el precio correspondiente para que después hagan la reserva y se facilite la hora de recogida sin acumular mucha gente.

Parecida idea tuvo Antonio Puente, que está dispuesto a mantenerse a toda costa luchando contra los elementos. Desde O Recuncho de Adrián (Rúa Agro do Medio, 103) preparará cafés, todo tipo de bebidas, hamburguesas, sandwichs y hasta bollería para el desayuno para que sus clientes puedan llevárselo. Abrirá de ocho y media de la mañana a cuatro de la tarde. Y estará él solo ya que el resto de personal se va para el ERTE y posiblemente no vuelva.

Antonio Puente confiesa que abre obligado ya que hay que hacer frente al 100% de los gastos y de esta forma intentará reducir ese porcentaje. No entiende como en un teatro o cine se limita el aforo y en una cafetería para 60 personas no se dejaba entrar a nadie y tiene en su lista un sinfín de agravios comparativos que siempre perjudican a la hostelería.

No es muy distinta la historia en El Cafelito (Rúa Anxeriz, 10), donde Eva Corral también engrasará la maquinaria para servir cafés para llevar y mantener su carta de hamburguesas y bocadillos aunque sus clientes estén obligados a comerlos en su casa, al igual que los callos que tanta fama tienen y que preparan los sábados y domingos.

Confiesa con tristeza, desánimo y abatimiento que tiene muy pocas esperanzas pero que trabajará lo indecible para mantener el equipo de trabajadores de seis personas que ahora se reducirá a solamente dos.

Hasta ahora El Cafelito mantuvo el tipo gracias a su estupenda terraza que recibía clientes incluso en jornadas lluviosas. Pero eso se acabó.

Ahora toca cambiar la mentalidad y luchar por mantenerse en pie con dignidad. El viernes todos ellos recibieron palabras de aliento de los clientes, que en muchos casos se convirtieron ya en amigos. Pero ahora no toca vivir de palabras sino de hechos. Y para ello hay que reinventarse antes de morir. Y de morir, hacerlo con las botas puestas.