Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h
Misioneros de toda España pasaban dos años en el convento antes de hacer las Américas, y volvían para sus vacaciones

Saqueo de tropas napoleónicas o cárcel para los clérigos liberales

El Convento de Herbón pasó en sus siglos de vida por muchas vicisitudes, aunque en los períodos más prolongados estuvo dedicado a vida de retiro, hasta el año 1700, y a colegio de misiones, que finalizó en 1835. Incluso pasó medio siglo sin frailes. Pero tuvo también etapas gloriosas en las que fue uno de los grandes de España. La tradición decía que ningún religioso podía irse a las misiones de América si antes, “durante al menos dos años, no hubiese morado en estos colegios”, como se recoge en un librillo de Martín Carbajo Núñez sobre los seis siglos de historia del convento. También se hace mención a la gran labor de los misioneros y al cariño que les profesaba la gente del lugar. “Se non te convirte un frade de Herbón, non tes perdón”.

Entre las muchas contingencias sufridas, tuvo que soportar el saqueo por parte de las tropas de Napoleón, en 1809, ya que los frailes franciscanos no eran precisamente partidarios de la invasión. “En púlpitos y confesionarios, pública y privadamente alarmaban a los pueblos contra el tirano Bonaparte”. Y fue utilizado por parte de la “autoridad civil”, a principios del XIX, “como cárcel para clérigos liberales”, como detalla Martín Carbajo.

El convento tuvo una importancia crucial como seminario, hasta 1992. “Fue la raíz misionera de Galicia”, recuerda el padre Honrubia, “pero venían aquí de toda España”. También realizaban el recorrido inverso, pues llegaban a Herbón después de “hacer las Américas. Cada dos años los misioneros tenían un mes de vacaciones y lo pasaban aquí”, después de un largo e incierto viaje de regreso a España.

Hoy la vida en el convento lleva cadencia propia, aunque los frailes se mantienen siempre activos con mil ocupaciones. Este día a día parsimonioso se rompe entre los meses de abril y octubre, cuando acogen campamentos de colegios y visitas de escolares o de boy scouts. Como albergue, hay una zona cedida a la Asociación de Amigos del Camino de Santiago. Ese cambio de ritmo, en primavera, no molesta en absoluto a fray Honrubia. Todo lo contrario, le encanta el bullicio que provocan los jóvenes moviéndose por el convento. Todos los gastos corrientes que supone una propiedad de este tamaño se financian con las pensiones de los tres frailes, junto con los ingresos del campamento y los del culto. Suficiente para ir tirando en el día a día, sin lujos. Las obras extraordinarias las sufraga la orden franciscana. Y también se realizaron rehabilitaciones con dinero de la Xunta, algo que agradecen especialmente.

La Casa Blanca, un refugio para los cerdos y aperos de labranza

Entre los edificios de todo el recinto conventual los hay con un carácter quizá algo menos noble. En un lateral, detrás de la piscina, se levanta una gran construcción que en su momento fue refugio para los cerdos, cuando los tenían. Los frailes le llaman todavía la Casa Blanca, aunque no conserve a simple vista ningún resto de ese color, y allí se ubicaron también una zapatería y una carpintería en las que trabajaban los residentes. Hoy se utiliza básicamente para guardar los aperos de labranza y la maquinaria necesaria para los mil trabajos de mantenimiento.

Cazarratones a la puerta de casa

En el convento solo hay gallinas y una gata, como animales. Hace años tuvieron más de una veintena de corderos, ovejas y ocas. El problema fue que también había un perro, que un día salió de caza y provocó una avería entre esa población. El felino tiene una función crucial para mantener a raya a los roedores. Después de sus siestas al sol, comienza la ronda y tiene la costumbre de dejarles a los frailes sus victorias en forma de ratones a la puerta de la residencia.

Si no quieres matar a un fraile, ni le quites la siesta ni le des de comer tarde

Los tres frailes tienen unos horarios establecidos más por la costumbre que por una rigidez temporal impuesta. Amanecen temprano, a las siete y media de la mañana. “No madrugamos como unos monjes, que suelen hacerlo mucho más, pero sí nos levantamos pronto”, cuenta el padre Honrubia. Tras un rato dedicado a la oración, ya con los tres residentes juntos, desayunan pasadas las nueve. A partir de ahí cada uno tiene sus actividades y sus compromisos, que varían también en función del día. Como buenos franciscanos son muy emprendedores y están en permanente contacto con la vida civil de la comarca.

En el caso del prior, que ejerció como abogado antes de ingresar, “tarde, ya con una edad”, en la orden franciscana, suele estar dedicado a las cuentas y a organizar los libros. Sus compañeros se reparten el cuidado de los árboles o labores investigadoras. Tecnológicamente el convento no vive ni muchos menos en la Edad Media, pues tienen conexión a internet por todo el recinto y los frailes utilizan ordenadores y teléfonos móviles.

La hora de la comida también llega temprano. “Ya sabes lo que dicen”, cuenta con buen humor el superior del convento, “que si no quieres matar a un fraile, ni le quites la siesta ni le des de comer tarde”. Tras ese rato de descanso, que en alguna ocasión se compagina con la televisión, tienen misa comunitaria a las seis de la tarde. La mantienen todos los días del año, y puede asistir cualquier persona. Luego llega un nuevo paréntesis para la oración, y a las nueve toca reponer fuerzas con la cena. A la cama se van antes de la medianoche, aunque no haya una hora estipulada. “Yo me voy tarde, normalmente a las once y media”, explica.

12 feb 2023 / 06:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
TEMAS
Tema marcado como favorito
Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.