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El templo del Buen Suceso reúne en su altar la imagen de la virgen que le da su nombre y otra de Nuestra Señora del Socorro, que acabó en Costa da Morte tras una obra de Domingo de Andrade en Bonaval que trasladó la figura TEXTO Juan G. Satti

Dos advocaciones marianas para una capilla de Fisterra

La capilla llamada del Buen Suceso está en el concello de Fisterra y en su altar mayor se encuentra la imagen de la Virgen que le da nombre, pero en el atrio se colocó exprofeso un cruceiro con Nuestra Señora del Socorro. Veamos que ocurrió.

Se debe su construcción a la devoción del licenciado Don Mateo Pérez Valdivieso, rector y cura párroco que fue de San Vicente de Duio y su anexo San Martiño de Duio, que ya donara en el año 1741 el actual retablo de la Virgen del Carmen situado en la iglesia parroquial.

Era hijo de Juan Díaz de Valdivieso y Montenegro, casado con Juana Pérez de Boado, natural de Santa María de Vimianzo (pariente de los Varela Taboada de la Casa de Traspenas); y nieto de Dª Teresa Montenegro y Conde Taboada de Quiroga.

Así es que Mateo y sus siete hermanos eran familiares por dos vías del obispo de Lugo y arzobispo de Santiago (entre 1745/1751) D. Cayetano Gil Taboada (cuyo blasón está en la fachada del Obradoiro) y de su primo D. Jacobo Gil Taboada. Este último era doctor en Leyes, abogado de la Real Audiencia y tesorero de la universidad compostelana.

Con fecha 22 de septiembre de 1665, Don Jacobo Gil Taboada construyó en Santo Domingo de Bonaval un altar dedicado a Nuestra Señora del Buen Suceso, en la pilastra que se halla frente a la capilla de San Jacinto, para que un capellán del clero secular celebrase allí una misa cotidiana sin cargar en nada a la comunidad. Y al pie del altar mandó hacer un nicho para depositar los restos de sus padres Cristóbal Gil Taboada y María de Fontao.

Pagó por el sitio quinientos reales de entrada con la renta anual de diez ducados, según consta por escritura firmada por el notario Juan de Quintana, hipotecando a esta renta una casa en la compostelana rúa de San Pedro y un lugar en la parroquia de Calvos de Socamino, que producía tres cargas y media de trigo y dos capones.

El arzobispo Antonio de Monroy, deseoso de mejoras en toda la ciudad, decidió en 1699 reforzar la estética del convento e iglesia. A quien se encargó el proyecto fue a Domingo de Andrade.

En el marco de estas reformas, el 18 de julio de 1721, por escritura ante Andrés Vázquez, convinieron los frailes con el patrono de la fundación del Buen Suceso en trasladar dicho retablo al hueco de la pared lateral que quedaba entre las capillas de San Jacinto y del Rosario. Pero al parecer siguió viaje hasta Fisterra de la mano de Fray Manuel de los Mártires (maestro de obras de San Domingos de Bonaval desde 1734) que lo contrata en 1737 Mateo Pérez Valdivieso para edificar una capilla junto a la casa de sus deudos.

A requerimientos del fundador, el escribano D. José Manso Ares extendió el 27 de julio de 1743 el siguiente documento: “Certifico como la referida capilla se halla fenecida y acabada. Tiene de largo doce varas y de ancho el cuerpo de ella seis varas y la capilla mayor siete varas y media uno y otro en hueco con corta diferencia se halla toda ella cubierta de piedra el referido cuerpo de dicha Capilla con hechura de medio cañón y la expresada capilla mayor con media naranja que la remata su farol o linterna con sus vidrios; tiene su tribuna toda ella de piedra con balaustrada de lo mismo, tiene sus cinco ventanas bien cumplidas con sus vidrios y enrejados las dos de ellas en dicha capilla mayor; otras dos en el cuerpo de dicha capilla y la otra en la delantera, la cual referida delantera y fachada la remata en medio una torreta decentemente hecha y fabricada con sus cuatro arcos y dos campanas ya puestas. Y la entrada de la referida capilla tiene su patio con dos miradores a cada lado suyo con balaustrada de piedra por entre los cuales se sirve para la referida entrada por una escalera delante de las cuales se hizo y puso un crucero de piedra de buena elevación con las imágenes de Nuestro Redentor crucificado y nuestra señora del Socorro, todo él ya pintado. Y bajo de dicho crucero se hizo y fabricó una fuente muy decente con el agua que se descubrió en el sitio de la expresada capilla al tiempo que se hicieron los cimientos para su fábrica y construcción. Tiene la referida capilla ya puesto el retablo mayor dorado y pintado en el expresado cuerpo de ella se halla hecho y formado y embutido en la pared a cada lado su sitio para colectoral. Y el expresado don Mateo Pérez Valdivieso se ha manifestado y exhibido diferentes alhajas y ornamentos que dijo había mandado hacer y fabricar para la referida capilla su adorno y decencia como son cuatro casullas de damasco blanco encarnado, verde y morado, cuatro frontales de la misma tela y colores un temo de damasco blanco que se compone de capa y dalmáticas con sus albas finas, otras dos casullas de tela de lana y otros tres frontales de la misma tela; además de otros tres frontales de madera ya pintados; una lámpara y dos arañas de plata, dos cálices con sus patenas de lo mismo dorado por adentro, un par de vinajeras con su platillo también de plata, dos coronas de lo mismo, la una para la imagen de nuestra Señora y la otra para la del niño Jesús, tres atriles de metal que se dice de príncipe, seis candeleros altos de lo mismo, un hisopo para el agua bendita del mismo metal; dos misales todo ello ornatos y alhajas nuevos más tres piedras de ara. Y en los cuatro del mes de julio del año pasado de mil setecientos y treinta y siete el expresado don Mateos Pérez Valdivieso otorgó delante escritura a favor de la referida capilla de nuestra Señora del Buen Suceso por la que dona y dota el lugar de Castromiñán en la feligresía de San Juan de Sardiñeiro (...) con todo su derecho de propiedad y con el apercibir la expresada renta donó y dotó a la citada capilla” (col. Manuel Porrúa Figueroa).

Crónicas del siglo XX dan cuenta de que cada lunes de Pascua, el cura de Fisterra daba misa en la capilla del Buen Suceso y al final de los actos religiosos solía dar a “besar la reliquia que allí se conserva” (se desconoce su paradero a día de hoy).

El templo lo heredó un sobrino de Mateo (hijo del escribano Fernando Pérez de Valdivieso), el capitán Pedro Díaz de Valdivieso.

19 sep 2020 / 19:55
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