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FISTERRA. Los cadáveres de los padres Jorge Blanier y Francisco Rosillo llegaron con la marea a la playa de Sardiñeiro, después del naufragio del galeón de la flota de Martín Padilla, fechado en 1596 // Se ha localizado el lugar de enterramiento de los curas en el atrio de la iglesia parroquial TEXTO Xosé Manuel Lema

Los jesuitas del ‘San Jerónimo’

Los niños jugaban al fútbol y a la billarda en el atrio de la iglesia de San Xoán de Sardiñeiro, en el municipio de Fisterra. Y a veces se detenían a observar aquellas lápidas de mármol blanco que estaban situadas en la puerta sur del templo que honraban a dos náufragos que eran “padres jesuitas”. A Jesús le quedó el nombre de O Jesuíta porque al leer las inscripciones de aquellas lápidas decía “Eu tamén son jesuita”. Ya saben la facilidad que tenemos por fabricar alcumes. Y a Pepe le quedó la historia en la memoria. Y no es un hecho menor. Aquellas lápidas fueron tapiadas a principios de los años 50, pero vuelven a la actualidad casi siete décadas después.

El investigador y cronista fisterrán Juan Gabriel Satti publicó en el periódico digital Adiante Galicia, un reportaje sobre el galeón San Jerónimo, uno los barcos de la flota de Martín Padilla que en 1596, protagonizó el mayor desastre naval sucedido en Galicia. Y contaba la historia de Jorge Blanier y Francisco Rosillo, dos padres jesuitas que naufragaron en dicho barco y cuyos cadáveres fueron arrojados por el mar, a la playa de Sardiñeiro.

Fueron enterrados en la iglesia parroquial, y se recuperaron sus crucifijos. Uno se entregó al Colegio de Santiago a petición de sus padres; y otro a don Luis Carrillo y su mujer, gobernadores de Galicia. Una imagen de Nuestra Señora que perteneció al Padre Rosillo fue donada a la condesa de Altamira, nieta de San Francisco de Borja.

PERFILES. El doctor Martín Bueno recuperó en el año 1987 el anillo de oro del padre Blanier, en una actuación sobre los restos del San Jerónimo. El padre Blanier, que venía deuna familia noble de Lieja, adjudicado a la Provincia de Toledo, estudió Teología en Alcalá. Fue ministro en el Colegio de Oropesa, y de aquí, a la edad de treinta y siete años, pasó a la Armada de Padilla.

El padre Rosillo, de la misma provincia y escolástica, se hizo famoso en las misiones populares. Se creía que la tumba de ambos religiosos se había ocultado por unas obras realizadas en la iglesia en el siglo XVIII.

Uno de los supervivientes de aquella catástrofe, Juan de Avellaneda, dejó un testimonio relacionado con los dos curas en el momento de la tragedia. Les dijo: “Padres, vénganse conmigo, que yo los salvaré”. “Hermano –le respondieron– , sálvese, que nosotros no hemos de salir de aquí hasta que veamos confesados y puestos en camino de salvación los que aquí están, que son más de trescientos hombres”.

PEPE DE OLEGARIO. Y aquí entra la importancia de aquel niño, Pepe. José López Redonda, Pepe de Olegario, es muy conocido en toda la Costa da Morte y Galicia. Lleva años contabilizando los naufragios acaecidos en las aguas de la zona y de todo el litoral gallego. Pues era uno de los niños que jugaba a la pelota en el atrio de Sardiñeiro. Tuvo conocimiento del artículo de Satti, y marcó un número de teléfono en su terminal. El receptor era otro investigador, Rafael Lema. Pepe de Olegario confesó la localización de aquellas lápidas, y por lo tanto, la zona de enterramiento de dichos jesuitas. Así se arrojaba luz sobre lo que generaba dudas hasta el momento.

Sobre el fatal accidente marítimo, Pepe de Olegario recuerda también que la zona de la tragedia era conocida como Os Caudais; un lugar siniestro, de falsas corrientes, al que las madres no dejaban ir a bañarse, ni siquiera a pescar, a sus hijos. “Con vento de vendaval ninguén se pudo zafar”, recuerda el gran anotador de pecios en cartas náuticas de la costa gallega.

LÁPIDAS. El destino de las lápidas ya es otra historia. Ni el párroco ni el sacristán de entonces viven. Pero como en el reportaje de Satti Bouzas, quién sabe si este artículo podrá ser un revulsivo para profundizar en la historia. Lo que por el momento ya sabemos es donde fueron enterrados los padres Blanier y Rosillo. Un interrogante despejado.

13 dic 2020 / 01:00
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