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Noruega y Galicia: dos maneras
de entender la minería

Los nórdicos subvencionan explotaciones para que sean ecológicas y aquí es muy difícil que se apruebe un proyecto

La minería parece estar demonizada en Galicia. Cada vez que se conoce la intención de explotar un filón, sea donde sea, enseguida aparecen detractores. No importa el mineral a extraer, ni siquiera un proyecto que cuide al máximo el medioambiente. Los colectivos ecologistas no tardan nada en enarbolar la bandera contra las minas. Existe la convicción de que los nórdicos nos llevan la delantera en todo lo relativo a la ecología. Su fama la ganaron a pulso. Pero esos colectivos tan protestones no se miran en el espejo nórdico. A finales del mes de agosto se reunieron en la localidad noruega de Tysfjord los miembros del proyecto Greenpeg, que recibió una subvención de 8,3 millones de euros del programa de investigación e innovación Horizonte 2020 de la Unión Europea para el desarrollo de nuevas técnicas de exploración de metales utilizados en la tecnología ecológica, incluyendo las baterías eléctricas.

El equipo está formado por trece socios de ocho países europeos, incluídas universidades, sociedades de exploración especializadas y empresas de exploración y minería.

Es una paradoja ver como países tan avanzados en el cuidado del medioambiente como Noruega subvencionan esa actividad en la que las universidades se involucran para mejorar su carácter ecológico mientras que Galicia sigue anclada en el siglo pasado.

El profesor Axel Müller, de la Universidad de Oslo, líder del proyecto, es muy claro en sus apreciaciones: “Estamos muy emocionados de liderar este proyecto para desarrollar tecnologías de exploración avanzadas, eficientes y listas para utilizarse en la búsqueda de pegmatitas y las materias primas que estas contienen. Esta exploración de sustancias con una importante aplicación en la tecnología verde se realizará de forma sostenible, tanto para el medioambiente como económicamente”.

Las rocas pegmatíticas pueden ser particularmente ricas en metales tecnológicos, pero a menudo son pequeñas y difíciles de encontrar a partir de técnicas de exploración convencionales.

Estas materias primas se utilizan en la fabricación de dispositivos de energía verde (por ejemplo, almacenamiento de energía, fotovoltaica, fabricación de turbinas eólicas y condensadores). Es fundamental que Europa recupere la competitividad en este sector para cumplir con los ambiciosos objetivos energéticos y climáticos para 2030.

El Consorcio Greenpeg tiene una duración de cuatro años a partir del 1 de mayo de 2020 y está formado por trece socios de ocho países europeos, entre los que está la Universidad del País Vasco, con la doctora Encar Roda a la cabeza del equipo de mineralogía y petrología, que será el encargado del muestreo y análisis litoquímico, además de contribuir al procesamiento de imágenes de satélite de áreas potencialmente mineralizadas en España.

Nada que ver con la imagen que en Galicia se proyecta de una minería anticuada que en vez de recibir algún tipo de subvención o ayuda solo se encuentra con obstáculos que hacen imposible que puedan llevar a cabo proyectos modernos que para nada están reñidos con el medioambiente.

Noruega fomenta la minería para extraer metales destinados a la energía verde mientras que a pocos kilómetros de Santiago, a caballo entre Touro y O Pino, la Administración mira para otro lado ante la presión de colectivos que utilizan argumentos basados en el deterioro causado por la explotación cerrada hace ya cerca de 40 años y que nada tiene que ver con un nuevo proyecto que no quiere dañar los recursos de la comarca.

El ecologismo o como hacer lo que uno dice
pero no lo que uno hace

Un vehículo a motor –tanto coche como autobús, avión y hasta tren–, un teléfono móvil, un ordenador, un horno microondas, un pararrayos, sistemas de aire acondicionado, tuberías de agua o gas, cables telefónicos y hasta algunos instrumentos musicales llevan cobre en su composición. Muchos de estos objetos son utilizados a diario por quienes rechazan la minería y se oponen de forma vehemente a la extracción de ese metal en la mina de Touro.

La empresa Atalaya Mining, que es la que pretende retomar los trabajos en la mina a cielo abierto entre Touro y O Pino, acaba de demostrar su apuesta por el medioambiente anunciando la creación de una gran planta fotovoltaica en las instalaciones de Riotinto en Huelva que será la primera en dar servicio a una mina.

Y en ese afán por no hacer daño, presenta para la explotación gallega un proyecto muy ecológico con un circuito cerrado que evita cualquier vertido a los ríos del entorno.

Y es que su forma de actuar nada tiene que ver con la de hace 40 años. Hoy en día la legislación es mucho más exigente, pero también muchas de las empresas mineras son conscientes de que deben cuidar el medioambiente sin contar siquiera con alicientes económicos por parte de una Administración más dispuesta a poner trabas que a dar facilidades a iniciativas que además crean empleo. Porque, visto lo visto, queda claro que Galicia en nada se parece a Noruega.

Es curioso que la oposición a este proyecto comenzara por los vecinos y acabara en manos de partidos políticos y colectivos ecologistas justo unos meses antes de las elecciones autonómicas.

Y más curioso es que quienes se oponen utilicen argumentos basados en la mina del siglo pasado o que intenten seducir a las mentes ecológicas diciendo que el marisco de la ría corre peligro. En los años 70 y los 80, cuando la mina de Touro funcionaba a pleno rendimiento, nadie se intoxicaba con las lampreas o los salmones del río Ulla ni con las almejas de Carril. Y por aquel entonces sí que existía una contaminación en los ríos a causa de la mina que podía llamar a la preocupación.

Lo que sí hay que hacer es exigir que se cumplan todos los requisitos marcados por la ley, e incluso que la mina se someta a las inspecciones que considere necesarias la Administración.

Lo demás no dejan de ser demagogias dictadas por quien sube a su coche después de llamar a un amigo por el móvil para citarse con él y dirigirse a un restaurante con aire acondicionado a tomar unas almejas de Carril a la marinera calentadas en un microondas.

Eso sí, con la pancarta guardada en el maletero al lado de su ordenador portátil, que siguiendo ese espíritu tan ecologista bien pudiera estar guardado en una bolsa de plástico.

07 oct 2020 / 20:16
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