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El Corredor Atlántico

Xaime Barreiro Gil

Xaime Barreiro Gil

ES ABSOLUTAMENTE LÓGICO Y NECESARIO que las comunidades autónomas de Galicia, Asturias y Castilla y León se concierten para sostener demandas específicas sobre la implementación del llamado Corredor Atlántico, una vía de comunicación de carácter absolutamente trascendental entre sus regiones y el área comercial central de Europa.

Para Galicia, desde luego, es un instrumento más de los muchos aún necesarios, para combatir las consecuencias de su carácter periférico. En esta Tierra, disponer de cualquier vía de comunicación con el exterior, por tierra, mar o aire, es de suma importancia.

Y son tan obvios los intereses de estas tres regiones, que no acabo de entender por qué el resto de España no manifiesta con igual publicidad su inexcusable coincidencia con ellas. Debería estar tan o más interesada en la corrección de los efectos del carácter periférico de estas y de otras varias regiones, en favor de la mayor integración posible de las posibilidades que puedan tener todas para su desarrollo económico y social, es decir, para que la propia España también pueda perseguir ese objetivo sin desequilibrios internos, que siempre serían incapacitantes.

Ahora bien, a Galicia, Asturias y Castilla y León hay que hacerle saber, en el caso de que sea necesario que, en estas cuestiones de muy especial envergadura, no basta con asumir simples actitudes reivindicativas. Si nuestra prosperidad futura depende solo de lo que podamos lograr que otros hagan por nosotros, siempre seguiremos siendo periféricos. Siempre colocados en la fila de atrás.

Ese noroeste ampliado, ya que incluye a Castilla y León, que llega mucho más abajo, y que debería incluir, yo creo que de manera igualmente conveniente, al norte de Portugal, al menos en el territorio que viene desde Oporto hasta aquí –piensen ustedes que ahí hay un aeropuerto internacional de primera línea, un puerto comercial que será el más importante del noroeste de la Península Ibérica y que Oporto ya tiene garantizada una conexión con la centralidad europea–, debería complementar su movilización contando con los empresarios y las universidades, como mínimo. Y también con las fuerzas parlamentarias no gobernantes, claro. Este es un objetivo “de país”, como se dice ahora de las cosas importantes.

Nos jugamos mucho. Cada kilómetro, cada minuto que le restemos a nuestro viaje a Europa, de ida o de vuelta, es tan bueno como urgente para que nuestro futuro sea más próspero y obligadamente equitativo.