{ tribuna libre }
Más sobre la peregrinación: Año Santo Lebaniego
AUNQUE EL CAMINO de Santiago sigue en pie, el presente año -en el que la solemnidad de Santiago no cae en domingo-, no tiene la categoría de Año Santo. Sin embargo, si nos trasladamos a Cantabria y visitamos Santo Toribio de Liébana, podremos conseguir las gracias jubilares, pues, siempre que la fiesta de Santo Toribio cae en domingo, tienen allí el Año Santo. En estos momentos están celebrando el 74º Año Santo Lebaniego.
En la Edad Media se consideraba que, al caminar hacia Santiago, procedía pasar por Liébana, venerar el Lignum Crucis (un trozo de la cruz de Cristo) y visitar aquella iglesia y monasterio de Santo Toribio, cuyos inicios están en el siglo VI, y en cuyo monasterio el Beato de Liébana, en el siglo VIII, escribió, entre otras cosas, su importante comentario al Apocalipsis.
Hoy, cuando se trata de salir, para visitar otros lugares, vale la pena ir a Santo Toribio, una iglesia y un monasterio que han sido considerados Patrimonio Mundial de la Unesco. Al trasladarse hacia ese lugar, contempla uno aquellos parajes, de una vegetación exuberante, que le llevan a mirar más allá; cuando realiza el camino en compañía de personas conscientes de la necesidad de comunicarse con los demás, se habitúa uno a relacionarse cuanto puede con unos y otros; e incluso, al encontrarse el peregrino en una situación más tranquila que la de su trabajo habitual, es muy común el que se abra a Dios y recoja las luces que el Señor le dirige, con la riqueza que de ello se sigue para el viandante.
A lo largo del camino, se encuentra con una serie de testimonios culturales, artísticos y también religiosos, que le mueven a relacionarse con otras muchas gentes que han hecho el mismo recorrido en diversos momentos de la historia. Como consecuencia, quien ahora hace el camino puede recoger esas vivencias e incluso tener el gozo de contemplar escritos documentales, entre ellos los pergaminos que algunos monjes y sus allegados han ido escribiendo, y cuyo legado podemos usufructuar.
De este modo, en el presente puede uno visitar por el camino algunas maravillas de arte, y a la vez, recabar el testimonio de quienes las han hecho o custodiado. Así, por la contemplación de la hermosura que allí encuentra, y la conversación con otros peregrinos, llega uno a dar culto al creador del mundo y del hombre, y se convierte de esa forma, para los demás, en testigo de esperanza.
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