Opinión | Notas de actualidad

El turismo y Compostela

Durante bastante tiempo se habló, en la relación entre el sector turístico y Santiago, que un objetivo a lograr era que hubiese un número mayor de visitantes a lo largo de los bastantes meses en los que, tradicionalmente, la ciudad apenas tenía un movimiento significativo. Se puede decir, ahora, en este sentido, que, aún cuando hay algún tiempo – Enero, Febrero y poco más- en el que Santiago no tiene un mayor agobio en su relación con el turismo , casi siempre, sobre todo en el entorno de la Catedral, el número de personas foráneas puede resultar un tanto abrumador.

En este orden de cosas sería absurdo pensar que la creación de una tasa turística podría paliar, por sí misma, y en cierto modo, esta problemática. Lo que sí cabría, en cambio, plantearse es si, con su instauración, se pueden conseguir unos beneficios adicionales que contribuyan a solventar, en parte, la cuestión. Cabe suponer que si lo así recaudado se invierte en gastos generales, aunque sean directamente relacionados con el turismo, lo logrado va a ser poco valioso.

Si, en cambio, puede ser mucho más significativo si, con lo aportado de tal modo,  se consigue generar, y difundir adecuadamente, una atractiva oferta que, por un lado, anime a los que aquí vengan a ir más allá de las plazas y calles inmediatas a la Catedral y, por otro, en esta parte de la ciudad, se propicie la visita a museos, exposiciones y recintos eclesiásticos de relevancia, siguiendo la senda abierta, hace más de veinte años por la Xunta de Galicia – en un proyecto que no tuvo continuidad en el tiempo-, que respondió al título de “Compostela Aberta”, denominación más tarde, curiosamente, utilizada con otros fines. 

Santiago cuenta con un tejido urbano fuera de lo que fue el perímetro delimitado por su amurallamiento desaparecido que cabe orientar con más énfasis hacia el sector turístico, lo que minoraría la tensión existente en determinados lugares. Además existe un notorio alejamiento de la abundancia de espacios verdes que se han ido generando en las últimas décadas. Por otra parte la Cidade da Cultura es un bien, y una oportunidad de visita, que cabe incentivar. Además hay lugares, como los centros conventuales de San Francisco, Santa Clara, Belvís o Conxo a revalorizar, algo que, en cierto modo, se hizo con Pinario y Antealtares pero que cabría poner mucho más en valor.

La pregunta que nos podemos hacer puede ser: ¿qué han visto quienes nos visitan? Y si nos lo contestasen seguramente que el resultado es desolador: la catedral y poco más... ¿Y lo demás? Si estuviesen nuestros visitantes en todos los sitios citados – y otros muchos-, con atractivas ofertas, esa sensación de “lleno total” desaparecería y, entonces sí, podríamos decir que somos una ciudad correctamente preparada para el turismo cultural; es decir, la excelencia en esta materia.