Opinión | Tribuna Libre

Ascensión del Señor

El tema de la “ascensión” lleva consigo en la vida ordinaria una subida, normalmente interpretada como un ascenso en el “ranking” de la vida que uno va llevando a cabo. El caso es que, en lo que se refiere a lo que entendemos por Ascensión, nos referimos de ordinario al resultado final de lo que ha sido la vida de Jesús de Nazaret: que subió al cielo con el poder que le había dado el Padre, una vez resucitado de entre los muertos.

La 1ª lectura de esta tarde y de mañana, correspondientes al 7º domingo de Pascua, está tomada del comienzo del libro de los Hechos de los Apóstoles. San Lucas le comunica a Teófilo que, una vez transmitidas las instrucciones oportunas a sus discípulos, Jesús, movido por el Espíritu Santo, subió al cielo. Les pidió que no se alejaran de Jerusalén, hasta que recibieran la promesa del Padre. Una vez recibida esta, serían testigos de Jesús no solo en Jerusalén, sino también en el resto de Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra. Al producirse la Ascensión al cielo, dos seres celestiales les dijeron a sus discípulos que retornaran a la vida ordinaria, que Jesús también volvería glorioso, del modo como lo habían visto irse.

La lectura de la Carta a los Efesios es un deseo de que el Señor llene de espíritu de sabiduría y revelación a los discípulos de Jesús para conocer al Maestro, de modo que conozcan cuál es la esperanza a la que los llama y cuál el poder que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha. Todo lo ha puesto a sus pies y lo ha constituido como cabeza de la Iglesia, de la cual nosotros somos sus miembros.

San Marcos refiere las últimas palabras de Jesús a los Once, antes de subir al cielo: que fueran por el mundo adelante a anunciar el Evangelio, fuerza de salvación para los creyentes. Quienes crean, echarán demonios en el nombre de Cristo, hablarán lenguas extrañas, y tendrán poderes sobre bestias salvajes, y además curarán a los enfermos y serán inmunes ante el veneno que pudieran ingerir. Jesús, después de esto, subió al cielo y se sentó a la derecha del Padre; ellos, por su parte, anunciaron el Evangelio por el mundo adelante y confirmaban su palabra con los signos que hacían.