Opinión | TRIBUNA

Él cargó con nuestras culpas

EN NUESTRO argot se menciona frecuentemente el “chivo expiatorio”, alusión a quien carga con las culpas de otros, para liberarnos de ellas. La referencia última está en el macho cabrío que, en el Día de la Expiación, los judíos ofrecían a Dios para que les librara de todos los pecados que habían cometido a lo largo del año. El Día propio se denominaba “Yom Kippur”. 

La liturgia de hoy comienza con la lectura evangélica de la utilización que Jesús hace de una borriquita, para dar cumplimiento a la profecía de Zacarías, de que el rey mesiánico entraría con mansedumbre en Jerusalén. La 1ª lectura de la Misa de hoy se refiere al Cántico 3º del Siervo de Yahvé, del libro de Isaías. El Siervo es un ser iniciado en el sufrimiento, que ofrece aliento a sus hermanos. Carga con el castigo que corresponde a nuestras culpas, y lo soporta sin quejas. No lo rehúye, pues sabe que el Señor está con él y que le asiste en sus sufrimientos.

San Pablo escribe a los Filipenses y alude a la condición previa de nuestro Señor Jesucristo, que existió desde siempre con el Padre, y que se hizo hombre, pasando por uno más. Entonces se sometió a la muerte más cruel, pero el Padre lo subió a lo más alto y lo puso como ejemplo, de suerte que, ante el nombre de Jesús, se doble toda rodilla en cualquier lugar, y que todos reconozcan que Jesús es Señor, para gloria del Padre.

El Evangelio refiere la pasión de Jesucristo, según San Marcos. Jesús celebra la Pascua e instituye la Eucaristía, que manda repetir en memoria suya. Allí predice la traición de uno de sus discípulos, y alienta a Pedro para que, sin confiar demasiado en sí mismo, crea que Jesús pedirá por él al Padre. Judas le entrega, y lo llevan al palacio del Sumo Sacerdote. Allí Pedro le niega. Jesús testifica ante el Sumo Sacerdote, que le tacha de blasfemo. Lo condujeron ante Poncio Pilato, y Jesús da testimonio de que es rey. Presentado ante los judíos para que dejaran libre a él o a Barrabás, los judíos se quedan con este. Lo llevan a crucificar, y los judíos se burlan de él. El centurión, al verle morir, lo reconoce en cambio como “hijo de Dios”.