Opinión | ON-OFF

Órdagos: de Pontón a Sánchez

EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS hemos visto casos como este de Sánchez. O muy parecidos. De memoria, me detengo en tres. Seguramente habrá unos cuantos más. En Galicia encuentro uno sonado. De Ana Pontón. Va hacer tres años que, con sorpresa al menos para los no iniciados, anunció un periodo de reflexión para decidir cuál iba a ser su futuro dentro del BNG. Era agosto de 2021, en su mejor momento hasta entonces para ella y su formación, tras recuperar brillantemente la segunda plaza clasificatoria, superando ampliamente al PSOE y absorbiendo a las mareas en 2020. Una semana antes del 7 de noviembre de ese 21, XVII Asamblea del BNG, desveló lo que era un secreto a voces. El objetivo estaba claro: liderar la organización sin ataduras. Jubilar a los coroneles de la U (UPG). Los resultados de las recientes elecciones confirmaron las efectos del órdago, al menos parcialmente pues el objetivo de asaltar los cielos ha de esperar.

Caso similar al de Sánchez fue el de Costa en Portugal. El primer ministro luso, socialista, dimitió a raíz de un caso judicial que le rozaba. Lo hizo por respeto a las instituciones, en este caso a la fiscalía, y no porque se sintiera concernido. El tiempo parece darle la razón. Las acusaciones en su contra se desinflan, pero antepuso la ética política a cualquier otra consideración. Su partido perdió las elecciones, y el poder, pero su humanidad sale reforzada, con serias opciones en instancias internacionales.

Más reciente es, fuera de la política, la dimisión en diferido de Xavi Hernández. El entrenador del Barça anunció en enero que se marcharía a casa a final de temporada. Esta terminará pronto, sin ningún título para el equipo, pero rectificar es de sabios, dijo. ¿Cuál es el motivo de tal sabiduría? O no lugar mejor a donde ir o fueron aceptadas sus exigencias. 

A día de hoy, a un fin de semana de que nos desvele su futuro, apuesto a que Sánchez tomará la misma decisión final que Ana y Xavi, que vienen a ser la misma: resistir. Porque, además de las semejanzas con estos dos casos citados y a diferencia de la ética política de Costa, gobernar es su obligación. Un presidente de un país no puede irse por una perrencha. Seguramente la denuncia contra su mujer no tendrá recorrido judicial alguno, pero no por ser la mujer del presidente goza de inmunidad. En todo caso, él debiera de haberse abstenido de participar en la concesión de ayudas a una empresa con la que su esposa hizo negocios, aunque fueran mínimos e impecables.

Lo que está por saber es la causa real de su amenaza con irse. Las razones expuestas en su carta no son precisamente de estadista. Las del próximo lunes, veremos. Costa dimitió por respeto a la justicia, Sánchez atacándola. Tampoco puede pretender que la oposición se calle ni que los medios de comunicación críticos se autocensuren. Las denuncias falsas, como dice él y el coro acompañante, son delito y, por lo tanto, su obligación es denunciarlas ante la Justicia.

Cuando el lunes vuelva pertrechado con su manual de resistencia comprobaremos que todo fue un numerito para asustar a los suyos. No sea que sus socios se desvíen del apoyo que le venían prestando. Porque tras el batacazo en las elecciones gallegas, PNV y Bildu subiendo el precio tras las vascas, el pavor a que Puigdemont o ERC no gobiernen en Cataluña y le abandonen, con un Podemos peor que un dolor de muelas, la vice Díaz cada día más despechada por no pintar nada en el Gobierno y un Tezanos que sólo le da empate con el PP en las europeas, el futuro de la legislatura se le complica.

Por todo esto, y otras cosas más, a todos ellos amenaza con aquello de o me compráis un helado o no respiro.