Ciclismo

Pogacar declara la guerra a los velocistas del Giro

La ‘maglia rosa’ ataca a tres kilómetros de una etapa de llegada masiva, pone en jaque a los esprinters que lo baten en los últimos metros con victoria del belga Tim Merlier.

Sergi López-Egea

Los enviados especiales de Texas llegaron por primera vez al Tour en 2004. Lance Armstrong se proponía ganar en París por sexta vez consecutiva, lejos de adivinar lo que ocurriría con el paso de los años. Los periodistas tejanos, no muy puestos en el arte ciclista, preguntaban por qué su compatriota no ganaba todas las etapas si, supuestamente, era el mejor del pelotón. Por aquel entonces, Tadej Pogacar era un niño de cinco años que comenzaba a dar las primeras pedaladas ayudado por sus padres.

Armstrong se le derrumbó el castillo de arena y Pogacar comenzó a ser un niño prodigio de la bici que hoy viste el jersey rosa del Giro, casi como único candidato a la victoria final, y que como si hubiese oído las plegarias de los periodistas tejanos, al menos intenta, aunque ni siempre lo consiga, sumar el mayor número de victorias, hasta para poner en apuros a los velocistas cuando no cabe otra opción en la tercera etapa de la prueba que acabar con una llegada masiva.

Pero ahí está este ciclista esloveno que corre buena parte de una etapa con sonata aburrida protegido por sus compañeros del UAE y por el grueso del pelotón, siempre en la retaguardia y con los mechones de su cabello asomando por las ranuras del casco protector.

Pero no puede estarse quieto, como el polluelo que quiere salir del cascarón, como si lo persiguieran con un palo ardiendo, porque en cuanto ve aparecer el letrero que indica que llega un esprint bonificado, a 21 kilómetros de la meta tras un recorrido sin apenas historia, salta para puntuar, para animar como si cada segundo que se gana fuera un tiempo de oro sin pensar en las dos contrarrelojes, en los Dolomitas, y ni mucho menos en un Tour todavía lejano y que lo espera con los brazos abiertos.

El Ineos de Thomas

El Ineos, el conjunto de Geraint Thomas, segundo el año pasado, ganador del Tour de 2018, es una escuadra fiera, con los estudios aprobados con matrícula de honor. Si Thomas no es lo suficientemente rápido, lanza a Ben Swift para que le birle al menos un segundo extra al fenómeno esloveno que bonifica dos y ya tiene a su rival danés a 46 segundos de distancia y quedan aún 18 etapas por definir.

¿Pogacar se va a tranquilizar? Ni hablar del peluquín porque hay una serie de repechos antes de las rectas llanas que conducen hacia la meta. Ataca el danés Mikkel F. Honoré y Pogacar, ni corto ni perezoso, aunque marcado por Thomas, se lanza a su captura y como ve que los tres han hecho hueco busca que la flauta ciclista suene por casualidad, que el chaval no desentona.

Llegan tres kilómetros frenéticos. Pogacar no hace otra cosa que mirar hacia atrás. Es tan difícil que hasta él tiene dudas y cuando parece que va a ganar, para que tomen nota los periodistas de Texas, observa que los velocistas van demasiado rápidos, incluso para él, por lo que no puede impedir la victoria del belga Tim Merlier seguido por el italiano Jonathan Milan. El martes, más madera que es el Giro.