Opinión | On-Off

“Begoña y yo”

TRAS LA SEMANA INGLESA DE EJERCICIOS ESPIRITUALES, el presidente del Gobierno utilizó con solemnidad la expresión “Begoña y yo”, frase que en idéntico tono pronunciaba en sus discursos el anterior Jefe del Estado, el rey Juan Carlos. También la emplea Felipe VI, aunque tal vez con menor valor o inferior percepción por la audiencia al venir Letizia del pueblo llano. Que me corrijan los monárquicos ilustrados, pero deduzco que con esta fórmula la Corona pretende resaltar la institución por encima de las personas. No sé si Sánchez también quiere dar rango parecido a la esposa/o, compañera/o, pareja (parejo no cuadra), novia/o o como se quiera decir, del inquilino/a de la Moncloa o simplemente se refería a su mujer y el caso que nos ocupa. Alguna vez la completó en plural: “Begoña y yo podemos con todo”, refiriéndose más al futuro político en general que a la minucia del trance judicial al que ella se enfrenta.

La duda sobre las verdaderas intenciones del presidente, metiendo por medio a su mujer, están avaladas por las reacciones de algún ministro y otros destacados miembros del partido. Agradecieron a Begoña su papel en la resolución de la crisis. El caso es que Feijóo también se lo tomó en serio y ya propuso regular la figura del o la cónyuge presidencial. A mi entender, de primar el sentido común, no debiera ser necesario. No lo fue con ninguno de los anteriores presidentes, pues ni Rajoy dijo en comparecencia oficial “Viri y yo” ni Zapatero “Sonsoles y yo”, y en el caso de sus predecesores González y Aznar sus esposas Carmen y Ana saltaron a la política impulsadas por las urnas. Pero el sentido común no es virtud que ahora se precie. La mujer de un presidente, por muy legal que sea, no debe ejercer de lobista en asuntos que atañen a su gobierno, ni Sánchez presidir un Consejo de Ministros que conceda ayudas a una empresa con la que ella mantuvo contactos comerciales. El rol de primera dama, a partir de ahora, debe ser regulado.

En cualquier caso, no es esta la principal preocupación del momento. Queremos saber qué significa el punto y aparte anunciado tras los cinco días de presunta reflexión. Que iba de farol era sobradamente conocido por lo que todo apunta a que se dedicó a trazar un plan, con varias fases en su ejecución. La primera, concentrar en su persona toda la atención, esperando de ello beneficiarse en las inminentes elecciones catalanas. A ver con qué numerito responde ahora Puigdemont. ¿Vendrá a España para ser detenido? El efecto Begoña y yo podría alargarse, con la inestimable colaboración de Tezanos, hasta las europeas. El órdago también fue, pues, dirigido principalmente a sus socios, a quienes apremiará para que no obstaculicen los presupuestos del próximo año.

Las consecuencias más preocupantes del plan son a medio plazo. ¿Qué significa punto y aparte? ¿Se inspira en Lampedusa -que todo siga igual- o en el si mismo y sus rectificaciones, que viene a ser lo mismo, o estamos ante el final del modelo constitucional que conocemos para abordar una nueva transición que ponga fin al régimen del 78 y nos traiga la auténtica democracia? La alternativa cheira a populismo. Lo mismo pregonan, y actúan, gobiernos como los de Venezuela, Nicaragua y hasta hace poco Polonia, cercenando la libertad de expresión de los medios de comunicación y creando un sistema judicial dependiente del poder ejecutivo.

La estrategia, de momento, le funciona. Pero en sus días de retiro seguramente también habrá repasado por la noche el cuento de la lechera. Un pequeño tropiezo puede despertarle del sueño. En cualquier caso, por de pronto quien se beneficia del caso Begoña es Ayuso. Manto de silencio sobre su novio. Claro que tampoco ella repite: “Fulanito y yo”.