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TRIBUNA LIBRE

Palmira Martínez Espuig, in memóriam

    Ragazzi, la vita è un soffio… escucho decir a un señor al despedirse de sus amigos mucho más jóvenes después de tomar café. Que coincidencia que escuche estas palabras en Roma precisamente muy poco después de llegarme la noticia del fallecimiento de nuestra violonchelista Palmira Martínez Espuig. Efectivamente, como un “soplo” pasó el tiempo desde aquel 1995 en que una joven llena de ilusiones y proyectos llegó a Santiago para tocar en una audición con nivel de exigencia alto, más si cabe por el gran nivel de los violonchelistas que se presentaron. En poco tiempo la sección de violonchelos llegaría a ser una de las mejores secciones de la estupenda cuerda que atesora nuestra Real Filharmonía.
    Creo recordar que mi primera conversación con Palmira fue telefónica. El proyecto orquestal que iba a empezar en septiembre sufrió retraso y no empezaría hasta enero del año siguiente. Fueron meses intensos en los que hubo que volver a conseguir lo que parecía de difícil encaje político e institucional. Palmira quería conocer mi opinión sobre el inicio de actividades de la orquesta; si de verdad se iba a hacer o no y cuándo. Aquí descubrí ya a Palmira luchando, pero no sólo por ella, también por la situación de otros músicos, muchos de ellos de fuera, con los que podía comunicarse muy bien en inglés.
    En el trabajo musical de Palmira pude observar continua demostración de profesionalidad: integración en su grupo, colaborando en la búsqueda de sonido homogéneo con sus compañeros, pasajes difíciles de las obras estudiados previamente a los ensayos,rigurosísima puntualidad, etc. Inconfundible su caminar sosegado al volver al escenario después de la pausa de media mañana.
    Cuando asistimos a un concierto nos fijamos, quizás con excesiva atención, en los que tocan delante, los solistas, jefes de fila, etc., pero qué importante es disponer de buenos tutti cuando el objetivo es construir una magnífica orquesta. “Si todos quisieran ser concertino, no habría orquesta”, escribió Robert Schumann. En mis primeras etapas de joven director un experimentado músico de la Orquesta Nacional me hizo este comentario: “a los directores os gusta tener a los mejores delante, pero ten en cuenta que la orquesta también suena detrás”. Aceptar cada uno su rol y ser feliz en él es algo fundamental para las buenas relaciones personales y musicales en un conjunto humano. Esto es lo que ha hecho Palmira.
    Hace algunos años escribí un breve texto en recuerdo del clarinetista Manuel Juan. Palmira leyó aquellas frases que me habían salido del corazón y vino a darme las gracias. “Me has hecho emocionarme”, dijo. Yo no podía imaginar que mi siguiente escrito de evocación de un músico de nuestra Filharmonía fuera en memoria suya. Es ahora momento de manifestar afecto y solidaridad a su marido e hijo. También a sus amigos y compañeros. Pero eso sí, sin olvidar lo bueno que fue haber conocido a Palmira y haber convivido con ella.
    Hace algunos días fui a visitarla al hospital. Conocía la gravedad de la situación y temía que ese fuera nuestro último encuentro. Apenas musitó unas palabras de saludo, pero su mirada limpia y su sonrisa lo decían todo. Estaba muy serena. Inolvidable su apretón de mi mano asintiendo a mi comentario “Palmira, cuanta buena música hemos podido hacer juntos….”
    Amiga Palmira, yo creo que el límite de la vida no está en la muerte, está más allá de ella. Pasamento, decimos en Galicia. Tu vida pasó para nosotros tan veloz como un soplo, pero aun así, tan corta, ha valido la pena. Mil gracias por tu vida.
    ¡Descansa en paz!

    03 feb 2014 / 21:14
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