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A veces, es mejor callarse la boca

la tendencia de muchos, muy típica en este país, es hablar de lo que no saben, convirtiéndose en verdaderos expertos todoterreno incapaces de cerrar el pico. Hay situaciones en las que es mejor no decir nada y simplemente escuchar a quien tenemos al lado, servir de hombro en el que llorar y punto. Que tu hijo nazca antes de tiempo, que necesite días en la UCI neonatal o que sufra una enfermedad rara, no es tu culpa. No has hecho nada malo, no has comido de más o de menos en el embarazo ni has estresado al bebé que llevas en el vientre. Y no, tampoco se arregla con que lo metan en una incubadora, por mucho que lo piensen algunos. A tu niño le tocó, le tocó ser fuerte incluso cuando aún no sabe lo que es ser fuerte, y a vosotros mamá y papá, os esperan meses de incertidumbre y dolor, una vida por la que pelear cada día y una batalla continua en la que no existen las grandes victorias, sino las pequeñas metas. Lo aprendí con Sofía Pego, una madre coraje que sentada en la silla de una cafetería fue capaz de abrirse en canal y desgranar la historia de sus hijas, Julia y Ángela, dos pequeñas venidas al mundo antes de lo esperado. En sus ojos vi el cansancio, el sacrificio de una madre (y una familia completa) que lo da todo cada día por sus niñas y no se avergüenza de hablar de sus miedos. Escuchando su historia con atención, a través de las descripciones me pareció estar presente, de alguna manera, en aquellos momentos de íntimo pánico, de angustia sin destilar. Me parecía estar viendo a Julia con apenas un quilo y algo de peso, o a Ángela respirar a través de los cristales de la incubadora que durante 4 meses fue su acristalada cuna. Oí la narración impoluta de Pego primero como mujer y después como periodista.

21 mar 2022 / 01:19
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