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Los inaceptables dislates de Pablo Iglesias

    que el gobierno de coalición entre PSOE y UP tenga todo a favor para completar la legislatura, más por deméritos de la oposición que por virtudes propias, no significa que Pedro Sánchez apuntase mal cuando se resistió al pacto con un argumento palmario: “Sería un presidente del Gobierno que no dormiría por la noche, junto con el 95 % de los ciudadanos que tampoco se sentirían tranquilos”. Después pasó lo que pasó, y las escaramuzas entre las dos almas del Ejecutivo de la nación se han convertido en el pan nuestro de cada día. Los socios se soportan a duras penas, bien lo vemos y bien lo sufrimos, agarrados al clavo ardiendo del mal menor y sin disimular que están en las antípodas en demasiados asuntos de Estado. La penúltima pirueta –siempre es la penúltima– retrata las grietas en una coalición que se mantiene a flote de aquella manera en aguas turbulentas. ¿Desde su rol de líder de Podemos, puede Pablo Iglesias criticar la calidad de la democracia española? Gustará más a unos y menos a otros, pero nada le impediría hacerlo. ¿Como vicepresidente segundo del Gobierno de España, puede Pablo Iglesias dar cobertura a las insidiosas elucubraciones del ministro de Exteriores ruso? En modo alguno, de ninguna de las maneras. Sus declaraciones no solo son inoportunas, son desleales y engañosas. Solo tiene que echar un vistazo al Índice de Democracia que acaba de publicar el prestigioso semanario británico The Economist, donde nuestro país figura en el top 23: para una media de 8,12 puntos, la radiografía de las democracias plenas le da a España 9,58 en procesos electorales y pluralismo, 8,53 en libertades civiles, 8,13 en cultura política, 7,22 en participación política y 7,14 en funcionamiento del Gobierno. Pues bien, en vez de cerrar filas o simplemente guardar un prudente silencio, Iglesias se pone el traje de hooligan –quizás con la intención de pescar algo en las aguas revueltas de las elecciones del 14-F– para soltar, en una entrevista en el diario catalán Ara, su bombita con tufillo insoportable: “No hay una situación de plena normalidad política y democrática en España cuando los líderes de los dos partidos que gobiernan Cataluña, uno está en prisión y el otro en Bruselas”. Dar carta de naturaleza a las mentiras del putinismo es un dislate de dimensiones cósmicas –con ese–, como lo es obviar que Carles Puigdemont y Oriol Junqueras intentaron dinamitar la legalidad democrática por la fuerza, o querer convertir a los políticos presos en presos políticos. Que lo haga el líder podemita es penoso, que sea todo un vicepresidente del Gobierno de España es peligroso e inaceptable.

    10 feb 2021 / 01:00
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