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Matones a los que hay que marcar de cerca

ciertos representantes políticos y sociales de Santiago ya han hecho sonar las sirenas de alarma ante el posible incremento de los delitos de odio contra personas de otras nacionalidades, todo ello a raíz de la detención de varios jóvenes de origen latinoamericano que se vieron involucrados en al menos dos reyertas nocturnas con navajas de por medio, con el resultado de un muerto y varios heridos. Las advertencias nunca están de más si tienen una base real, pero todo indica que en el caso de la capital gallega los tiros van por otra parte. Basta darse una vuelta por el Ensanche, donde tuvieron lugar las citadas peleas, para comprobar que numerosos bares, cafeterías y negocios de todo tipo están atendidos por hispanoamericanos. Son, por lo general, jóvenes agradables, atentos, educados y buenos profesionales. Todos ellos, además, están perfectamente integrados en la vida del barrio, charlan con los vecinos, compran en las tiendas, llevan a sus hijos pequeños al colegio o al parque y toman el vermú cuando el trabajo se lo permite, como cualquier otro ciudadano (faltaría más). ¿Dónde está el problema o dónde está el odio? En ninguna parte, porque no existe. Lo que sí existe, por mucho que algunas autoridades intenten negarlo, es un creciente problema de inseguridad nocturna por culpa exclusiva de unos pocos matones a los que habrá que marcar muy de cerca, da igual si son latinos, andaluces, compostelanos, suizos o sudafricanos. De lo contrario, si se sienten impunes, el conflicto crecerá al mismo ritmo que el enfado vecinal. No es odio. Es puro y simple cabreo al comprobar que la autoridad falla y la convivencia se deteriora

12 ene 2023 / 01:00
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