Seguimos ‘tragando’ lo que nos echen

es un hecho evidente que la pandemia ha servido de excusa a un sinfín de oficinas administrativas, bancos y entidades de todo tipo para degradar, a veces de una forma indignante, el servicio que prestan a usuarios y clientes. Las colas eternas ante las entidades financieras se han convertido ya, desde hace muchos meses, en un elemento más del paisaje urbano, y nada indica que la situación vaya a cambiar pese a la mejora de la situación epidemiológica. La razón que exponen los bancos es que dentro de las entidades solo puede haber un número determinado de clientes, pero ninguna, o muy pocas, se han preocupado en reforzar el servicio de ventanilla con el fin de agilizar las gestiones. Todo lo contrario, porque lo más normal es encontrarte a una sola persona despachando los trámites ordinarios mientras decenas de personas esperan una eternidad en la calle aunque caigan chuzos de punta. Esa es la imagen que cualquier viandante puede ver a diario cuando transita por las calles de Santiago, y se supone que ocurre igual en todas las ciudades. Para colmo, varias entidades ya han anunciado el cierre de muchas de sus oficinas urbanas y rurales, así que el problema irá a más en vez de solucionarse. Eso sí, luego presumirán de los millones a mantas que ganaron durante el ejercicio tal o cual gracias al enorme talento de sus directivos. En cuanto a las colas que se están montando estos días delante de las taquillas del teatro Principal por parte de personas interesadas en asistir a los espectáculos programados para la Ascensión, tampoco son de recibo. Todo el mundo entiende que unas entradas gratuitas es mejor repartirlas mediante ese sistema, para evitar que los simpáticos de siempre reserven por internet y luego pasen de ir, pero lo lógico es reforzar las taquillas. ¿Hasta cuándo vamos a seguir tragando sin protestar?

BEATRIZ CASTRO/Periodista