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Sin piedad contra los incendiarios

    atentado. Galicia, junto al resto de España, es víctima de un cóctel explosivo en el que se combinan los efectos del cambio climático, con un rural despoblado, lo que provoca incendios más voraces, duraderos y difíciles de apagar que nunca. Sin embargo, a esta dramática combinación, que causó importantes daños al inicio del verano (azuzada por grandes tormentas cargadas de aparato eléctrico), se suma en las últimas dos semanas otro factor que desgraciadamente es conocido desde hace décadas. La acción de los pirómanos, que se empeñan en poner su grano de arena en el proceso de destrucción del territorio y sus habitantes. Así lo demuestran fuegos como el de Verín, que arrasó más de 600 hectáreas cercanas a núcleos poblados y del que la Xunta tiene indicios serios de que fue provocado, lo mismo que apuntan los registrados en el Monte Xiabre, entre Caldas y Vilagarcía, o en Brión, que en ambos casos obligaron a desalojar casas. En todos se repite el patrón: comienzan en varios puntos, casi siempre cerca de la carretera y a última hora de la tarde para dificultar la extinción. Ataques intencionados de libro que recuerdan a autoridades y ciudadanos que siempre hay que estar alerta tanto en la prevención como en la vigilancia. Pero también que si se identifica a los responsables no hay que andarse con miramientos. Sobre ellos debe caer todo el peso de la ley.

    06 ago 2022 / 01:00
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