Un turismo más sostenible
Uno de los sueños más recurrentes de Santiago de Compostela, al menos de todo gobernante que hasta ahora ostentó su bastón de mando, siempre fue pasar de los cien mil vecinos censados. Una cifra que, partiendo de sus 98.000 habitantes oficiales, en la práctica ya la sobrepasa todos los días del año, pues la capital de Galicia acoge cotidianamente a un buen número de miles residentes en los ayuntamientos de los alrededores que se desplazan hasta aquí por su actividad laboral. Pero si a esta circunstancia se le suma el aluvión de turistas que visitan la ciudad, sobre todo cuando el calendario lo marca el Xacobeo, hablar del ambiocionado número de los cien mil queda hasta ridículo. El pasado año, Compostela recibió una cantidad de visitantes que multiplicó por casi nueve la población que figura en su censo, un dato con el que se dispara hasta los primeros puestos del ranking turístico nacional, incluso superando porcentualmente las estadísticas que presentan lugares tan visitados como Barcelona, Palma de Mallorca, Ibiza o Granada, ciudades mundialmente punteras en este sector.
En casi todas las perspectivas desde las que se analice este fenómeno, sobre todo cuando la óptica que se utiliza es la económica, se ratifica que es un factor muy positivo que impulsa y enriquece la ciudad. Pero si bien esto es una circunstancia que en principio nadie en su sano juicio se atrevería a cuestionar, tampoco sería justo obviar, negar u ocultar los componentes negativos que provoca el turismo masivo y que parte de la población fija de Santiago lleva tiempo denunciando. Incluso la presidenta de la Asociación de Hostelería de Compostela, Thor Rodríguez, reconoce que es necesario escuchar las quejas de los vecinos, sus principales clientes de todo el año. Los que residen en la almendra histórica que rodea la Catedral ven su tranquilidad cotidiana tan alterada que manifiestan elocuentemente que se sienten hasta invadidos, un problema que también afecta al parque de alquiler de los pisos y viviendas –la enorme oferta dedicada exclusivamente para los foráneos eventuales potencia peligrosos desequilibrios en el mercado inmobiliario local que acaban por expulsar a moradores potencialmente fijos de la ciudad–.
Inconvenientes estos que no son únicos de Santiago, sino que los padecen todas las urbes que se convierten en importantes polos turísticos internacionales, y que sería conveniente corregir con una explotación turística más sostenible. Se debe alcanzar el punto intermedio entre los intereses de todas las partes. Para no morir de éxito.