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Una sociedad de violencia contra las mujeres

    CADA 25-N NOS MOVILIZAMOS contra la violencia de género pero la realidad sigue siendo muy cruda: el problema está enquistado por muchos mensajes que se lanzan y los datos, las frías cifras, lo constata. 37 mujeres asesinadas por sus parejas en lo que va de año, 70 si sumamos los casos donde no existía relación, más de mil desde el inicio del siglo, 44 víctimas menores, 75.000 denuncias por malos tratos sólo este año, tres mil agresiones sexuales consumadas y denunciadas, 65.000 llamadas al 016 en este 2021... y esta es sólo la violencia más gráfica. Hay más. Desde los piropos hasta la brecha de género en los ámbitos laborales, pasando por la violencia obstétrica, los roles de género, los estereotipos y prejuicios, el lenguaje, el humor, la música y la publicidad sexista, la prostitución, la pornografía... es el dibujo de una sociedad donde seis de cada diez jóvenes conocen algún caso de violencia machista. Con estas cifras podemos decir que nuestra sociedad está fallando, que las autoridades no han sido capaces de proporcionar seguridad pese a que las mujeres dicen, por activa y por pasiva, que no se sienten seguras caminando solas por las calles. Lo grave es que los hombres lo saben, pues ningún padre, hermano, hijo o pareja está tranquilo sabiendo que hay depredadores por todas partes dispuestas a acecharlas. También fallan las medidas policiales, judiciales y hasta penitenciarias... condenados que salen antes de tiempo y reinciden, sistemas de protección ineficaces antes los maltratadores, órdenes de alejamiento inútiles, jueces y agentes insensibles que se empeñan en aplicar protocolos que provocan una doble victimización. La sociedad no contribuye. Unos tratan de utilizarlas y otros las han invisibilizado, muchos sectores progresistas usan a la mujer como un elemento simbólico sin atender realmente a los contenidos de sus demandas, y los sectores ultraconservadores las acusan de ser radicales sin justificación ni criterio con términos como feminazis o hembristas. Hay incontables ejemplos pero es preciso decir que, pese a los pasos de gigante que hemos dado, en la relación entre género femenino y sociedad falta una parte vital de la que si disfrutan los hombres: las mujeres se ven obligadas a subordinar una parte importante de la libertad que les corresponde cuando ven su propia vida amenazada. Si no somos capaces de garantizar su seguridad individual, habrá que pensar que están en su derecho de romper el pacto social. La rebelión de las mujeres no es, ni de lejos, la única justa pero sí que es la más justificada, y así seguirá siendo hasta que se sientan seguras caminando solas de noche por la calle de cualquier ciudad o pueblo. Libres de verdad.

    25 nov 2021 / 01:00
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