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50 años de cambio moral

    LA prensa informa de la primera persona que se ha servido de la recién aprobada ley de eutanasia: una mujer vasca de 84 años que según sus hijos vivía con gran padecimiento. No me interesa tanto comentar esta noticia cuanto el hecho mismo de situarla en los grandes cambios acaecidos en la vida moral desde 1970, durante los últimos 50 años. Los conocemos porque muchos los vivimos en España bajo un régimen político excepcional. No es igual que vivirlos en Francia, pero ello no supuso una demora o resistencia tan excepcional a estos cambios como para que España pueda ser tratada aparte, sí América con legislaciones restrictivas en aborto, etc. Conocemos tales cambios también por lecturas. El mejor ensayo al respecto que leí fue El crepúsculo del deber, de Gilles Lipovetsky, buen libro que ya cumplió 30 años, que son perceptibles cambios desde entonces en la vida social y moral, particularmente a mi juicio tras una crisis del 2008 unida a una intensificación de la globalidad tecnoeconómica que puso en entredicho en parte la cultura liberal y la unidad de Europa.

    En aquel libro, el sociólogo francés trataba de la secularización de los valores de la cultura moralista de mi infancia y juventud: austera, jerárquica, del deber y la obediencia, uniforme, autoritaria y asociada a los exigentes ideales de Dios, patria y familia tanto en el trabajo, como en el amor, la educación, la actitud hacia el cuerpo, el sufrimiento o suicidio. Y trataba del cambio desde el moralismo cultural a una ética humanista fundada en una autonomía flexible no disciplinaria, llevada al límite en los años de la revuelta del 68 pero cuya expansión se vincula al consumismo y al auge de la mentalidad sentimental, anti-intelectual y hedonista del logro individual en los 80.

    Uno se quedaría con lo mejor de ambos mundos, pues el desaparecido culto al deber se asociaba al esfuerzo exigente en la educación pública y al culto al saber. Sobre la eutanasia escribía Lipovetsky: “Mal que le pese al pensamiento neoconservador, la cultura individualista contemporánea no es sinónimo de barbarie... La propia muerte se orienta en el sentido de una ética que tiene como finalidad suprema el respeto del hombre”.

    10 ago 2021 / 01:00
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