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Aceptación y esperanza

    AYER me escribía una madre, María José, a través de una red social, que ya no sabe qué decirle a sus hijos ante tanta barbarie, tanta injusticia, tantas penurias económicas que vivimos quizá en persona y que sin duda vemos en los informativos y leemos en los periódicos diariamente. Me dice que siempre ha intentado que sus hijos vean el lado positivo de las cosas, pero que ya no sabe que decirles, y quizá ni a sí misma. Que cuando sus hijos expresan desencanto y desesperanza sobre lo complicado de la vida, y lo que ven en el mundo, ella ya calla la boca.

    Dicen los que saben, y tendrán razón, que vivimos la época más pacífica, con más justicia social y de más bonanza económica de la historia de la Humanidad. No me quiero imaginar épocas anteriores... Pero aunque esto sea cierto, no lo es menos que vivimos en un mundo lleno de injusticias y dificultades: Crisis económicas que se van cerrando en falso encadenándose con la siguiente y que abocan a millones de personas, también en nuestro país, a vivir en una economía de subsistencia.

    Crisis de valores que traen como consecuencia un egocentrismo patológico, la ley del más fuerte, del “sálvese quién pueda”, el abandono de nuestros mayores como muebles usados y amortizados, la falta de colaboración para el bien común, las luchas por el poder. La pandemia que nos ha demostrado lo vulnerables que somos. La invasión de Ucrania que nos recuerda lo poco que hemos evolucionado desde aquel Neanderthal....

    Recuerdo perfectamente las palabras de una monja budista nepalí, una de las protagonistas de Rising Nepal, el documental que rodé tras el terremoto, que me decía que aquella catástrofe traía un mensaje importante para la humanidad: “que debíamos aprender sobre la impermanencia de las personas y de las cosas”. Nos aferrarnos fanáticamente a nada, porque nada de lo que tenemos ni sentimos como nuestro va a permanecer siempre, ni siquiera nosotros mismos en esta Tierra.

    En otro momento y al otro lado del mundo, sor Nathaly, otra monja, esta católica, me dijo en Haití también tras el gran terremoto del 2010: “que las tragedias debían servir para unirnos más entre nosotros y que este era su mensaje trascendente”. Pero no parece a tenor de lo visto que lo estemos aprendiendo.

    Todos nosotros estamos pasando, o hemos pasado, o vamos a pasar sin duda por situaciones en las que no le encontramos sentido a la vida y en las que no tenemos fuerzas para seguir. Todos hemos vivido el dolor y la angustia que supone ver situaciones de sufrimiento en las personas a las que amamos. La enfermedad en carne propia o en seres queridos, los problemas afectivos, económicos, de autoestima, desengaños, rupturas van a aparecer en algún momento de nuestra vida, la muerte de manera permanente hasta que llegue la nuestra y pasemos a ser la muerte permanentemente presente en la vida de otros. La vida es una pelea, es una dura lucha. Y qué hacemos ante todo esto... ¿Qué podemos hacer? ¿Qué podemos decirles a nuestros hijos... a nosotros mismos?

    Había dos sacerdotes en la Alemania nazi, que ayudaban durante la guerra a los judíos a escapar cruzando la frontera. Estuvieron meses haciéndolo hasta que finalmente los capturaron y los metieron en la cárcel. Uno de ellos estaba todo el día y toda la noche rezando y llorando, mientras el otro se limitaba a descansar tranquilamente y a dormir todo lo que podía. El primero no entendía como su compañero no estaba nervioso, hasta que uno de los días le preguntó: “¿Acaso no tienes miedo de lo que nos pueda pasar? ¿Cómo es posible que duermas tranquilamente? El otro sacerdote le respondió: “No, no tengo miedo. Tenía mucho miedo de que nos descubrieran durante los meses en que ayudábamos a los judíos a atravesar la frontera, pero ahora ya no. Ya nos han capturado y nada podemos hacer para revertirlo, hay que aceptarlo. Y lo que intento es descansar y coger fuerzas para lo que vaya a venir. Ya no hay espacio para el miedo. Ahora ya solo queda espacio para la esperanza”. Aceptación y Esperanza.

    Quizá las dos claves más importantes para caminar por esta vida y salir victoriosos. No confundir aceptación con resignación. La resignación implica sumisión, renuncia, rendición, oscuridad de la mente y del alma. En la aceptación hay comprensión, hay conocimiento, hay crecimiento, hay luz. Se trata de darnos cuenta de lo que SÍ y de lo que NO se puede cambiar, y con lo que NO podemos cambiar tratar de entender cuál es el mensaje que hay para cada uno de nosotros y colectivamente, detrás de cada acontecimiento inamovible que vivimos o del que formamos parte. Y desde ahí reflexionar, aprender, tomar decisiones y avanzar. Y cuando las cosas están muy mal pero SÍ son susceptibles de cambio, agarrarnos a la esperanza.

    La esperanza es el motor que permite seguir caminando cuando ya no tenemos fuerza, porque su magia se nutre de la no rendición. No debemos perderla ya que solo necesita que creamos en ella para poder expresarse, y su principal cualidad es manifestarse cuando “la esperamos” sin ser esperada. Y tiene otra cosa maravillosa la esperanza, y es que solo tiene que haberse manifestado una vez en nuestra vida para saber que existe y que, por lo tanto, si ya lo hizo en el pasado puede volver a hacerlo en cualquier otro momento.

    Cuando estuve al borde de la muerte en Los Andes, cuando el final era una cuestión de horas yo acepté mi muerte pero no perdí la esperanza, y decidí seguir caminando hasta el final. Y sucedió algo que me salvó la vida.

    Desde entonces siempre digo que por muy mal que estén las cosas que SÍ son susceptibles de cambio, no debemos perder la esperanza porque no sabemos detrás de que llamada, de que entrevista de trabajo, de que conversación, de que encuentro fortuito, de que pensamiento, de que momento compartido, de que idea, de que reflexión, de que decisión, de que lectura importante, incluso de que lectura de un humilde articulo de opinión, puede cambiar nuestras circunstancias a mejor.

    A veces yo hablo de esto en mis conferencias, con mis sobrinos, con mi madre, con mis hermanas, con mis amigos... y también conmigo. Aceptación y Esperanza.

    08 may 2022 / 01:00
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