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Mario Vargas Llosa,
una pasión francesa

    “El papa Francisco acaba de realizar un viaje significativo al Congo y Sudán del Sur. Dos países emblemáticos de África, donde azotan las guerras, la explotación, el dolor, el sufrimiento y en el primero de ellos la corrupción, bajo el silencio y la poca atención mediática de los países occidentales.

    La razón fundamental del viaje ha sido precisamente para que el Mundo ponga también la mirada a las guerras que asolan África y en particular en esas dos naciones.

    Sus discursos han sido gritos contra la explotación, la corrupción y en favor de la paz, clamando el ces e de los intereses económicos de las grandes potencias que cuando piensan en África, lo hacen en términos de explotación y no en desarrollo. Ir a África, no puede ser sinónimo de ir a explotar a África. De esta manera, la riqueza existente apenas revierte en el desarrollo de esos países y además es fuente de conflictos y guerras locales promovidos por los intereses extranjeros. Por eso el papa gritó: No poner las manos en África.

    La repercusión y acogida del papa dentro de África ha sido muy grande. En el Congo celebro una misa con la asistencia de cerca de dos millones africanos, donde los cantos y danzas colectivas no pararon a lo largo de toda la ceremonia, mostrando la alegría y vitalidad existente a pesar de todos los pesares. Fue significativa la reunión con jóvenes que llenaban un gran estadio, donde realizo un discurso donde arremetió contra la corrupción imperante bajo la aclamación de los jóvenes que prácticamente casi no le permitían seguir.

    El Congo tiene cien millones de habitantes de los cuales más de la mitad son católicos y otra parte importante protestante. El número de católicos crece, como lo hace el número de sacerdotes y religiosos. En contrate con una Europa envejecida y con cada vez menos número de jóvenes en sus Iglesias, el cristianismo en África surge con un vigor inusitado. Hay algunos que se preguntan porque pasa esto. La respuesta, quizás sea que el cristianismo no puede prender en gente que esta cómoda y asentada sin inquietudes existenciales y sin embargo si lo hace donde hay gente llena de vitalidad y sed de justicia como sucede en África.

    En Sudán del Sur donde también más de la mitad de la población es católica, fue acompañada por los obispos primados de las Iglesias inglesa y escocesa que tienen allí numerosos fieles. En este país, conjuntamente con los otros obispos hizo un llamamiento por la paz, intentando comprometer al presidente, con reuniones conjuntas con dirigentes de las otras partes envueltas en los conflictos. En Sudán del Sur desde su independencia en 2011 la guerra asola el país provocando que miles de personas busquen protección en los diversos campos, donde pasan años y años de su existencia, siendo indispensable la ayuda externa para subsistir.

    En África a las religiosas, religiosos y sacerdotes se les aprecia y respeta, cosa que no pasa con el resto de europeos y americanos. Los africanos saben que ayudan generosamente, creando hospitales, escuelas y Universidades, curando, formando y enseñando en ellas, siendo impresionante la labor que realizan. Es la mejor tarjeta de visita de los católicos. El mensaje del papa Francisco diciendo que Dios es cercanía, ternura y misericordia es creíble viendo el trabajo de los cristianos.

    HOY JUEVES Mario Vargas Llosa se sacudirá el peso mediático de su última relación sentimental para volver a la casa de la lengua y la literatura. No es que la hubiera abandonado, pero ya se sabe que, en esta edad bastante proclive a escrutar la vida de los otros (quizás como todas las edades), los amores difíciles suelen tener esa capacidad abrumadora de anularlo todo, de dejar en segundo plano, como fue el caso, el verdadero interés de un escritor, que no es otro que su literatura.

    Pero hoy, con el ingreso en la Academia Francesa, Vargas Llosa pone punto y final a esa etapa que sacudió sus días y sus horas en los últimos tiempos, el enamoramiento que, como suele suceder, altera el ‘status quo’, produce turbulencias, y despierta la inquisitiva mirada de los que creen, sin duda de manera infundada, que una vida tan largamente vivida no debería tomar giros inesperados en la última vuelta del camino, como si un amor, en fin, navegando sobre un oleaje que podría hacerte naufragar, sólo fuera cosa de los adolescentes.

    De alguna forma, este ingreso en la Academia Francesa supone un regreso a la República de las Letras, sin haberse ido de ella, una vuelta al primer plano de lo literario, como quien se despoja en las calles ilustres de París de todos los ropajes usados en las tareas del amor complejo, en los trabajos del amor, perdidos o no, como quien se libera de corsés y se limpia de tantas miradas escrutadoras, como quien recupera, en fin, una ansiada libertad, sin el perfume persistente del cuché.

    Punto y aparte. La Academia Francesa viene en su auxilio, es un decir, le ayuda a pasar página. No se arrepiente, afirma, del amor difícil. Fue, al parecer, un hombre atractivo para las mujeres desde su juventud, pero esos amores, como siguiendo una tradición no escrita (en realidad, escrita muchas veces) se quedaron dentro de las lindes de la familia, bajo un cielo quizás protector, y por eso algunos extrañaron su viaje a lo inexplorado, la expedición al raro frío de una fama distinta. En París, Patricia Llosa estará presente. No perderé un minuto en lucubraciones sentimentales. La Academia Francesa, con su poder omnímodo, no en vano sus miembros son llamados inmortales, es capaz anular todas las incomodidades de la tierra.

    Me alegra, sí, el regreso de Vargas Llosa a los escenarios académicos, donde esta vez se vestirá de negro y olivo. Y más, su regreso a Francia, de donde nunca se fue tampoco. Lo recuerdo en aquella ceremonia de la Universidad de Reims, uno de sus doctorados. Fue cuando lo conocí, no hace tantos años, consagrado, evidentemente, en las alturas literarias, pero... aún sin Nobel. Aquella gran semana francesa me confirmó la constante afinidad de Vargas Llosa por el país vecino, más allá de la recurrente cita de su pasión ‘flaubertiana’, o sea, por Madame Bovary, que de nuevo se repite estos días, y que, es verdad, representa uno de los orígenes de su arte literario. Invitado por dos de sus grandes amigos y especialistas en su obra, Marie-Madeleine Gladieu y el australiano Roy Boland, recuerdo bien las conversaciones (algunas hermosas sobremesas en la Brasserie Flo), donde la literatura francesa tenía su acomodo, y también sus dudas sobre si el Nobel llegaría finalmente, o no. Y llegó.

    En francés, en la Universidad de Reims, mantuvo un encuentro largo y no precisamente sencillo con alumnos, donde la filosofía y las ideas políticas también emergieron. Fue un debate potente, a ratos duro, como el que ha suscitado su propia elección para la Academia Francesa, el primero de un escritor que no escribe en francés. Luego, años después, tuvimos a Vargas Llosa en la Universidade da Coruña, acompañado de nuevo por especialistas, también por Juan Cruz, sin duda el periodista que mejor lo conoce. En aquel acto, organizado por María Jesús Lorenzo, la pasión francesa del hispano-peruano apareció reflejada en múltiples parlamentos. Esa pasión es la que hoy le lleva a la Academia en París, la que le devuelve al primer plano literario (como hará su novela inminente), la que recompone la escena del artista. El espíritu de Emma Bovary siempre vuelve.

    09 feb 2023 / 06:00
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