Agradecemos a Ratzinger

EL 6 de noviembre de hace una docena de años (2010) siendo papa Benedicto XVI pronunció sendas homilías en mis ciudades de referencia. En Compostela voceó que “la Europa de la ciencia y de las tecnologías, la Europa de la civilización y de la cultura, tiene que ser a la vez la Europa abierta a la trascendencia y a la fraternidad con otros continentes, al Dios vivo y verdadero desde el hombre vivo y verdadero”.

Al bendecir al día siguiente la Sagrada Familia en Barcelona, destacó que “en un humilde y gozoso acto de fe, levantamos una inmensa mole de materia, fruto de la naturaleza y de un inconmensurable esfuerzo de la inteligencia humana, constructora de esta obra de arte”.

En 1968, mucho antes de ser papa, había publicado aquel turbador Informe sobre la Fe y su lúcida visión sobre la Iglesia del momento. Nos quitó los miedos a lo que se estaba produciendo en la actual contemporaneidad.

Frágil bajo su leonada cabellera blanca y como pidiendo perdón vinieron Spe Salvi y Deus Caritas est. Benedicto XVI nos lleva a la vida trascendente por el camino de la Razón vitaminada por la Fe. La progresía lo crucificó cuando argumentaba que la Democracia necesita de una base ética previa a las votaciones parlamentarias; y lo mismo cuando desmontaba el Relativismo y mostraba que la Verdad es alcanzable. Era un optimista con una razón sana.

Que tocara el piano evidenciaba que no era un tarugo insensible; anoto su reflexión sobre la Música cuando agradeció un doctorado que le ofrecieron en 2015: “La calidad de la música depende de la pureza y de la grandeza del encuentro con lo divino, con la experiencia del amor y del dolor. Cuanto más pura y verdadera es esta experiencia, tanto más pura y grande será también la música que de ella nace y se desarrolla”.

Cabeza, Corazón, pensamiento fuerte: escrutó su tiempo, tuvo esperanza y por tanto era optimista. ¡Ea, difunto papa Benedicto, vivas tú y tu legado lúcido, esperanzado, optimista!