Alfonso Costa compendia
un tiempo

EN Luisa Pita. Galería de Arte, en la compostelana rúa Cardenal Payá, puede verse la última producción de Alfonso Costa quien ha trazado, a lo largo de su vida una muy meritoria labor en el mundo de la pintura, el grabado, el dibujo... Pues bien, aquí, su quehacer parece reflejar una doble dimensión que confluye en el ser de cada una de las obras mostradas; no hay duda de que el tiempo de pandemia le ha llegado al alma a Alfonso Costa y de que sus aportaciones nos aproximan, por una parte, al horror de estos últimos meses vividos y, por otra, a la huella que tal situación ocasionó en su exquisita sensibilidad artística.

Se ha ennegrecido su trabajo contrastando lo negro con algún que otro fondo blanco que está en la base de lo que representa. Hay, casi de forma generalizada, un componente dramático en lo que expone al que procura otorgarle ese cierto orden debido que se autoexige un artista de su categoría.

Hay, también, mucho de ensayo en lo que se muestra; en este sentido cabe decir que utiliza diversidad de soportes, de soluciones plásticas y de conceptos que han reorientado su peculiar sentido figurativo, de otros tiempos, hacia una querencia por la abstracción que no impide que reconozcamos su consolidado estilo; eso que es tan preciado en los artistas importantes.

Alfonso Costa, con el pasar de los años, ha logrado no repetirse porque sabe interpretar cada momento de la vida y es hombre de talento, con una personalidad creativa definida, es verdad, pero con una capacidad de cambio que, si cabe, aumenta con el paso de los años. Y esa resaltable capacidad de evolución, pongo por caso, guarda similitudes con las de Tiziano, Goya o el propio Picasso, quienes se abrieron a mundos nuevos y, por lo tanto, inéditos.