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Alianza de Civilizaciones

    EL martes, 21 de septiembre de 2004, el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, proponía ante la 59 Asamblea General de la ONU, la creación de una Alianza de Civilizaciones entre Occidente y el mundo árabe y musulmán para combatir el terrorismo internacional por otra vía que no fuera la militar. Nunca más se ha vuelto a hablar seriamente de aquella idea, y menos de su utilidad práctica.

    Llegó a constituirse el llamado Grupo de Amigos en torno a la Alianza de Civilizaciones, que en 2010 decía contar con 89 países adheridos y 17 organizaciones internacionales. Oficialmente, se han celebrado hasta el año 2019 diversos foros de debate; pero la relevancia de estas actividades ha disminuido en proyección, entre otras cosas porque la implicación de algunos países es meramente simbólica.

    En agosto de 2007, el politólogo estadounidense Francis Fukuyama advertía: “La solución del problema requiere un cambio del comportamiento de esa minoría inmigrante y de sus descendientes, pero también del de la comunidad nacional dominante. El primer paso de una solución es admitir que el viejo modelo multicultural no ha tenido gran éxito en países como Holanda y Gran Bretaña, y que es necesario sustituirlo por intentos más enérgicos para integrar a la población no occidental a una cultura liberal común”.

    El historiador y profesor británico Henry Kamen, dijo que la Alianza de Civilizaciones era inútil o incluso una farsa puesto que una alianza necesita compartir una serie de conceptos en común, algo que no sucede entre los occidentales liberales y el mundo islámico. El profesor Sartori, considerado como el mayor experto en los problemas actuales de los sistemas democráticos de Occidente, puso la puntilla al preguntarse si la sociedad occidental puede ser tolerante con los intolerantes; si ha de defender y preservar su propio sistema de valores frente a quienes, en nombre del llamado multiculturalismo pueden ponerla en peligro.

    Para él, el multiculturalismo no persigue la integración diferenciada, sino la desintegración multiétnica. Y advertía de lo que podría ocurrir a medio plazo en Occidente si determinados grupos se instalaban, pero no se integraban, dentro de la sociedad pluralista y su sistema de valores, ya que aspiran a vivir dentro de ella. “Lo menos que puede pedírseles, si quieren ser ciudadanos, es que acepten las obligaciones de tal ciudadanía”, concluyó.

    03 sep 2021 / 01:00
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