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Anoche soñé

    ANOCHE soñé que Pedro y Alberto se encerraban sin límite de tiempo con 100 expertos en todas las materias, hasta acordar lo mejor para España. Soñé con que Abascal se iba con Open Arms y rescataba a un inmigrante del mar y se lo llevaba a vivir con él. Soñé que Pablo Iglesias decía que los empresarios eran en realidad los más grandes amigos de los trabajadores. Soñé que Garamendi reconocía que había que subir el salario mínimo, tras intentar vivir tres meses con él. Soñé que todo el Parlamento entendía que los Derechos Humanos son el primer mandato que se debe cumplir, que por eso se llaman derechos y que todos, (los vulnerables también) somos humanos. Soñé que Rufián confesaba que lo único bueno del independentismo catalán realmente, es que le había permitido tener un cargo que jamás hubiera soñado. Soñé que Arnaldo Otegui pedía a todos los etarras que habían asesinado o sido cómplices necesarios, que se trasladarán con él a una isla desierta, tras pedir perdón a las familias de sus víctimas, e invitaban a hacer lo mismo a todos los asesinos, violadores, pederastas...

    Soñé que Puigdemont decía que después de un tiempo fuera había comprendido la frase de Unamuno que decía que el nacionalismo se curaba viajando y que viva España. Soñé que Urkullu confesaba que prefería que sus hijos aprendieran inglés que euskera, y también que rogaba a Sánchez, al igual que le había rogado a Rajoy, a Zapatero, a Aznar y a Felipe, que ni se le ocurriera aceptar un referéndum de independencia, que nunca van a vivir mejor que ahora chantajeando al resto de España, y que su homólogo, el Molt Honorable, estaba de acuerdo.

    Soñé que en España, quien quería, podía estudiar otra vez en español, y que se podía trabajar en nuestro país sin tener que estudiar a la fuerza otras lenguas. Soñé que Rivera pedía perdón a los españoles por dejar a Sánchez caer en manos de los que odian a España. Soñé que Irene Montero dejaba de odiar a los hombres por el hecho de serlo. Soñé que los maltratadores morían por un virus antes de atacar a sus víctimas.

    Soñé con que todos los que ponen bombas o empuñan un arma contra víctimas inocentes, las bombas y las armas les estallaban en las manos. Soñé que los jueces eran justos en vez de jugar a ser Dios. Soñé que el Papa vendía el Vaticano y todas sus empresas para dar de comer a los pobres y la Curia no le asesinaba. Soñé que a Putin le daba un ataque al corazón y el médico que le atendía se relajaba con la RCP.

    Soñé que España llegaba a la final del mundial de Qatar y que los jugadores solo se dedicaban a caminar por el césped durante los 90 minutos de partido, y el portero solo paraba los balones que chocaban contra su cuerpo inmóvil, para enviarle al mundo el mensaje de la vergüenza que supone haber aceptado un dinero manchado con la sangre de 7.000 personas.

    Soñé con que no había personas mayores solas en sus casas ni en las residencias, porque habíamos recuperado el sentido de la tribu que perdimos hace ya mucho tiempo en occidente.

    Soñé con que a los niños les dejábamos ser lo que quieran ser. Soñé con que Sabina era inmortal, y Franco Batiatto, y Milanés. Soñé con que Chávez le pedía a Maduro que se reuniera con él a la mayor brevedad, y que trajera al norcoreano, al afgano, al chino, al árabe... Soñé con el Ché y con Fidel, y con sus sueños convertidos en pesadilla pidiéndoles perdón a los cubanos. Soñé que Jesús les decía tomando un té, a Mandela, a Madre Teresa, a Luther King, a Vicente Ferrer, a Gandhi, al Padre Ángel... que ellos sí habían entendido el mensaje.

    Soñé que Duncan Dhu se había equivocado en su canción y sí se acordaron de construir “En algún lugar de un gran país un lugar donde al nacer no haya que morir”. Soñé que se cerraban los bancos de alimentos, no por falta de comida como está ocurriendo, sino por falta de pobres... Soñé que también cerraban los otros bancos, porque el dinero había sido sustituido por la solidaridad como moneda de cambio.

    Soñé que el Ibex 35 se reunía y acordaban utilizar el 50% de sus beneficios para que todos los niños y jóvenes tuvieran las mismas oportunidades, para que nadie en España pasase frío o calor en sus casas, para que todos tuvieran casa.

    Soñé que los maestros de primaria y los médicos pasaban a ser los profesionales mejor pagados del país, lo grave es que tenga que explicar porqué. Soñé que todos los políticos eran más pobres al dejar el cargo que cuando empezaron, algunos ya lo cumplen. Soñé que los discapacitados dejaban de serlo en las cabezas pero no en los corazones del resto. Soñé que los niños abusados perdían la memoria del abuso, pero que la sociedad no perdía la memoria de los abusadores.

    Soñé que todos los colectivos marginados se convertían en el referente moral y ético del país. Soñé que todos éramos capaces de ver detrás de la mirada y de oír detrás de las palabras de quien nos mira y de quién nos habla. Soñé que éramos capaces de detectar la necesidad de un abrazo, antes siquiera de que el otro la hubiese sentido. Soñé que aprendíamos el lenguaje de los delfines, y de las ballenas, y de los tigres, y de los osos, y de las águilas.

    Soñé que vivíamos despiertos en vez de dormidos. Soñé que los pecados de la carne pasaban a ser virtudes. Soñé que siempre llovía a gusto de todos. Soñé que habíamos comprendido que Milanés tenía razón cuándo decía: “la vida no vale nada sino es para perecer porque otros puedan tener lo que uno disfruta y ama”.

    Soñé... Soñé... Soñé que todos soñábamos lo mismo... y al hacerlo, al soñarlo juntos... se cumplía.

    11 dic 2022 / 01:00
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