Ante un nuevo año
EL inicio de un nuevo año es momento propicio para formular deseos y esbozar proyectos para su desarrollo ilusionado en los 365 días que se tienen por delante, pero también, ¡cómo no!, debe de ser ocasión para analizar, con espíritu crítico, la realidad del mundo que nos circunda y extraer de ella las consecuencias oportunas.
En el panorama internacional, sin desconocer los problemas que afectan como Taiwán, China, Corea del Norte y del Sur, es de resaltar, de manera singular, la guerra desatada en Ucrania por Rusia que va alcanzando ya el año de duración, sin que se vislumbre una solución al conflicto que tanto está dañando al pueblo ucraniano y, también, al entorno internacional.
Ciñendo la reflexión a nuestro país, no cabe la menor duda que está cundiendo una sensación generalizada de descontrol político propiciada tanto por la actuación del actual Gobierno de coalición de socialistas y comunistas, con el apoyo de partidos autonómicos manifiestamente independentistas, como, igualmente, por la actitud adoptada por los partidos de centro y de derecha que tampoco están dando muestras de ejercer una política de oposición que venga a resultar eficiente y responsable en orden a la solución de problemas vitales para este país
Un caso paradigmático de desacuerdo en materia institucional viene a serlo, sin duda, la escandalosa demora en la renovación del Consejo General del Poder Judicial, pero, también, resulta altamente preocupante el que se produzcan reformas legales de tanta trascendencia, como son las que afectan al Código Penal, sin que se llegue a contar con el principal partido de la oposición.
En un contexto político como el de referencia viene a resultar de sumo interés el mensaje navideño del rey Felipe VI que, aparentemente, puede resultar sólo coyuntural en relación con la efeméride a celebrar. La posición institucional del monarca como jefe del Estado, lo que en ocasiones se llega a ignorar, incluso, protocolariamente, le permite, no obstante, elevar el nivel de sus consideraciones políticas y, en este sentido, su mensaje navideño encierra apreciaciones y valoraciones del mayor interés, naturalmente, para los que creen en España, en su unidad y en su norma fundamental.
En este sentido, su llamada a la unidad y no a la división que genera falta de progreso y fragilidad, así como la preocupación manifestada por el deterioro de la convivencia y la erosión institucional constituyen, sin la menor duda, importantes reflexiones.
Las apelaciones del monarca a la fortaleza institucional, a la confianza como nación, al respeto a la Constitución vigente, a la unión y al robustecimiento democrático, mediante el diálogo y el entendimiento dentro del marco europeo, vienen a constituir importantes llamadas de atención para toda la clase política a fin de que se evite la división entre los españoles, que es fuente de fragilidad y de falta de progreso, el deterioro de la convivencia y la erosión institucional.
Desde la neutralidad política que tiene que caracterizar al jefe del Estado en una Monarquía parlamentaria, parecen suficientemente claras las palabras de Felipe VI.