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Basta ya, ¿no?

    LA manifestación del otro día en Madrid contra la política sanitaria de Ayuso, dígase lo que se quiera decir, fue enorme. Tanto como para no tomársela a broma. Y ya no sólo por respeto a los manifestantes, que no se tuvo, sino también por el riesgo electoral que pudiera tener para el PP. Otras ocasiones hubo en la política española en las que, previa manifestación masiva, cambió de titularidad el Gobierno. Recuérdese, por ejemplo, lo sucedido el 11M.

    Pareciera que la radicalización discursiva del PP de Madrid, que no es sólo Ayuso, aunque a ella se le note más, empieza a confundir las dianas, disparando contra quien no debe. La ciudadanía, generalmente anónima, cuando se deja ver, es una fuerza de choque que, a poco que se la confunda, puede derribar cuanto se interponga a sus movilizaciones.

    Y Ayuso, que lleva toda su vida trabajando en un gabinete de comunicación política, que puede ser, aunque no tiene por qué, pero puede ser como una oficina desde la que se generan discursos ventajistas, frecuentemente orientados a hablar mal del adversario y bien de uno mismo, sin matices ni especial altura cultural, debería saberlo. No hay comunicador más tonto que ese al que se le vuelve en contra su propia verborrea.

    En ese caso, cuando uno no tiene nada que decir en beneficio de sí mismo, es mejor callarse o, por lo menos, esquivar el golpe, sin ir de frente a un cara a cara en el que te la pueden partir.

    Al día siguiente de la tal manifestación, además de Ayuso, aunque ella pronunció una sentencia similar en sede parlamentaria, hubo además un intelecto desprendido que llegó a decir que, tranquilos, eso fue poca cosa, casi insignificante, porque sólo asistieron a la movida poco más del uno por ciento de los madrileños. ¡Menudo cálculo!

    Mira, chaval: si es verdad que hubo doscientos mil manifestantes, que hay quien dice que fueron más, te diré que incluso a lo tonto, como tú, representan, sólo a falta de una décima, el tres por ciento de la población de la Comunidad de Madrid, que en total son algo más de seis millones setecientos mil habitantes. Si la referencia fuese sólo a la Capital, en la que son casi tres millones trescientos mil, el porcentaje de manifestantes ascendería a algo más del seis por ciento de la población capitalina.

    Para ser el uno por ciento, tendrían que contarse como madrileños a los turistas, los que cruzan la ciudad sólo de paso, los ángeles del cielo y cualquier otra singularidad identitaria, como los alienígenas y demás fantasmas, por ejemplo.

    En el caso de que interese hacer el recuento así, a lo tonto, ahí queda.

    17 nov 2022 / 01:00
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