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“Beethoven. Ventura navideña”

Cuando se acerca la navidad vuelve a mi cabeza, entre otros asuntos más afines a estas fechas, un nombre que poco o nada está vinculado con ella: Beethoven.

De J. Hughes y A. Holden Jones y el San Bernardo de sus películas, no espero nada. Bastante tienen con gestionar los éxitos de sus filmes entre grandes y pequeños cuando retornan en fiestas pascuales.

Del músico Ludwig van Beethoven (Bonn, 1770-Viena, 1827) sí que quisiera encontrar alguna historia, leyenda o pieza por la que traerle a colación ahora, en este mes de fin de año. Lo que a primera vista salta es lo que muchos ya saben: que nació entre el 16 y el 17 de diciembre, en fecha que se conoció más tarde, pues su padre incluso la ocultaba para hacer creer que era más pequeño.

La vida de genios como este suele estar enmascarada o, lo que es peor, simplificada o tipificada en clichés que circulan sin mucho fundamento.

Un profesor que conocí tendía a hacer sus clases más llevaderas soltando de sopetón, sin más premisas y de buenas a primeras: “Fue un compositor que tuvo estos problemas: la sordera, las mujeres y un sobrino”. Y, cierto, no mentía. Fueron tres constantes pesadillas en su vida, pero reducir sus 57 años en tan sucintas palabras no parece justo.

Se cae en el extremo del propio Ludwig, quien escribió en 1815 a la condesa Erdöby: “Los mejores de nosotros obtenemos dicha por medio del sufrimiento”. Y no: ni fue el mejor de todos, ni sufrió más que ningún otro ser humano.

Su misma apreciación es relativa, como lo es la imagen que de él se tiene. Para unos, un ser huraño, zarrapastroso y maleducado. Para otros, un ser portentoso, colosal y grandioso. Razón no falta por ambos bandos. En su vida personal fue puro desastre. En su hacer profesional, torrente de ingenio.

Iba cambiando de casa conforme las dejaba hechas un desastre. De limpieza, cero. De vida casera, nada. De quién se ocupase de todo ello, misión casi imposible. Su personalidad y la convivencia con él no eran llevaderas.

¿Nació como un árbol torcido o mal alineado que molestaba a quienes con él se cruzaba? No, pero su vida no fue sendero de rosas.

Tuvo un padre alcohólico que pensaba más en vivir de las rentas de su hijo que de cuidar de la familia y de sí mismo. Y, de una madre, casi siempre enferma, fallecida cuando Beethoven tenía 17 años, tampoco pudo esperar muchas alegrías. Con sus dos hermanos más pequeños, bajo su mando, mantuvo constantes lides.

Su contento por encontrar un mecenas -el conde von Waldstein- e irse a estudiar música con los mejores, se vio truncado por la rapidez con que fue percibiendo su sordera. Antes de los 30 años ya apenas oía algo. Probó mil inventos, pero no mejoró mucho, lo cual no fue impedimento para perder la esperanza y, en su peculiar forma de ser, su buen talante.

¿Cómo se explica su genialidad en el arte de componer, en la dirección orquestal y en ser diestro pianista? ¿Cómo se mantuvo cerca de grandes personajes de su tiempo? ¿Cómo fue formando un pensamiento liberal adelantado a su época? ¿Y su papel con mujeres de alto standing? Pero, sobre todo, ¿cómo pasó a la historia de la música universal, y al casi total aprecio de sus congéneres? No fue por el conjunto de sus composiciones, algunas totalmente incomprensibles e “inaudibles”.

La fe en sí mismo y en todo ser humano y la conciencia de vivir en un mundo mejorable, pero aceptable, quizás sean parte de la clave que le llevó a no amargarse y a dejar estela.

En 1826, con su salud maltrecha, escribía: “Tengo la esperanza de poder crear todavía algunas obras buenas y luego terminar mi carrera terrenal como un niño viejo, en algún lugar rodeado de gente buena” (Carta al médico F. G. Wegeler). Ludwig van Beethoven y la navidad parecen términos contrapuestos. Ni en las mejores biografías se les vincula. Al san Bernardo de las películas sí, pero la “aventura navideña” del Beethoven músico podría centrarse en este “ad-venturoso” y “venturoso” mes de diciembre de su nacimiento y en el coro de su última sinfonía (“la Novena”) con tan aplaudida “Oda a la alegría”.

Jan Swafford en el monumental estudio “Beethoven: Anguish and Triumph” (2014), tras más de 1.450 páginas, apunta acertadamente: “Volviendo la vista atrás a través de la vida de Beethoven como hombre, quizás lo más sorprendente de él es que pudiera sobrevivir a la carga de ser Beethoven. Tantas cosas pesaban en él: tanta música se agitaba en su interior, tanta ira, tanto delirio, tanta angustia física y mental. No es extraño que en su época se le considerase sobrehumano. Pero la verdadera y triste realidad es que Beethoven tuvo que vivir al límite de la resistencia humana, y lo reflejó en su arte. Como una de las figuras definitivas de una época revolucionaria, dio testimonio y nos reveló a todos y a cada uno de nosotros una nueva visión del significado de lo humano”.

¡Ay, su sobrino Karl! Siendo navidad, y él, harina de otro costal, es mejor ahora ni mentarlo ni entrar en otros detalles para bien de todos.

09 ene 2023 / 01:00
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