Bocadillos para mil millones

HAY tomates para todos los habitantes de este pícaro Mundo. Soy gran comedor de ellos y no faltan de mi mesa. De los ocho mil millones habitantes actuales de la Tierra yo conozco a unos trescientos aunque, ahora que lo pienso, se me ha muerto la mitad, Dios los tenga en su gloria: espero recuperarlos cuando la Resurrección de la carne.

La humanidad crece y hay bocadillos para todos mal repartidos. En España desperdiciamos al año alrededor de 50 millones de kilos de pan y en la República Democrática del Congo los pacientes de hospital deben llevar la comida de casa.

Fue presentada en Santiago la semana pasada la Fundación de Amigos del hospital Monkole de Kinshasa (RD Congo); envía material y dinero para que los pacientes coman y para reducir muertes postparto de madres y facilitar gestaciones seguras. Algo ordinario aquí y raro allá. Promueven que médicos y enfermeras se queden a trabajar en su país y no emigren a Canadá. La viguesa Candela Varela dirige la Escuela de Enfermería de ese hospital.

Las víctimas del hambre bajaron de los 1.000 millones entre 1993 y 2016, a pesar de que la población aumentó en 1.900 millones en ese mismo periodo. Pero las hambrunas debidas a guerras y migraciones forzadas crecen también a causa de ellas.

El 60% de quienes padecen hambre viven en zonas de conflicto, “la mitad de la ayuda humanitaria mundial en 2017 fue para cuatro países en guerra: Siria, Iraq, Yemen y Sudán del Sur. La otra región más afectada es el Sahel, donde grupos terroristas como Boko Haram y Al Qaeda utilizan el hambre como medio de reclutamiento” dice el jefe del Programa Mundial de Alimentos (ONU).

La reducción de hambrientos es un testimonio de creatividad humana y de su capacidad para aprovechar mejor los recursos. Es la buena noticia. Otra será que aprovechemos los alimentos: todavía va a la basura un tercio de lo que producimos y compramos. Y vale para bocadillos.